FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD
I DOMINGO DEPUES DE PENTECOSTES
Presencia de Dios.- " A ti sean dadas gracias,
¡Oh Dios, Trinidad una y verdadera, Divinidad una
y suprema, santa y única Unidad!(BR.).
PUNTO PRIMERO.- Desde el Adviento hasta hoy, La Iglesia nos ha hecho considerar las manifestaciones sublimes de la misericordia de Dios con los hombres: La Encarnación, La Redención, Pentecostés; y ahora endereza nuestra mirada a la fuente de tales dones, a la Santísima Trinidad, de quien todo proviene, de modo que aflora espontáneamente a los labios el himno de reconocimiento entonado en el «Intoito» de la Misa: «Bendita sea la Trinidad santa y la indivisa Unidad: la ensalzaremos porque volcó sobre nosotros su misericordia». La misericordia de Dios Padre «que amo al mundo hasta entregar por el a su Unigénito» (Jn. 3,16) misericordia de Dios Hijo que, para redimirnos, se encarno y murió en la Cruz; misericordia del Espíritu Santo, que se digno bajar a nuestros corazones para comunicarnos la caridad de Dios, para hacernos participes de la vida divina. Muy oportunamente la Iglesia ha incluido en el oficio divino del día la bella antífona de resonancias paulinas: «Charitas Pater est, gratia Filius, communicatio Spiritus Sanctus, beata Trinitas»; el Padre es caridad, el Hijo es gracia y el Espiritu Santo es la comunicación de ambas o sea, la caridad del Padre y la gracia del Hijo nos son comunicadas por el Espíritu Santo que las infunde en nuestros corazones. No se puede sintetizar mejor la obra maravillosa de la Trinidad a favor de nuestras almas. Por eso el Oficio divino y la Misa de hoy son un himno de agradecimiento y alabanza a la Santísima Trinidad, son como un Gloria Patri y un Te Deum continuados. Y estos dos himnos, el uno en su compendiosa brevedad, y el otro en su majestuoso alternarse de alabanza, son los himnos propios del dia, destinados a excitar en nuestros corazones un eco profundo de alabanza, de agradecimiento, de adoración.
" ¡Oh Trinidad eterna! Tú eres un mar profundo en el que, cuanto más busco, mas encuentro y, cuanto más encuentro, tanto más busco. Tu sacias de modo insaciable, porque sacias al alma en tu abismo de modo que siempre se queda hambrienta; y ansiosa de ti, ¡Oh eterna Trinidad!, desea ver tu esplendor en tu luz Como el ciervo corre sediento a la fuente de agua viva, así mi alma desea salir de este cuerpo tenebroso y verte a ti en verdad, tal cual eres.
"¡Oh abismo! ¡Oh Deidad eterna! ¡Oh mar profundo! ¿Qué más podías darme que a ti mismo? Tu consumes con tu calor todo el amor propio del alma. Tu eres fuego que disipa todo frio, e iluminas con tu luz las mentes, luz con la cual me hiciste conocer tu verdad. De veras que esta luz es un mar que nutre el alma hasta que se sumerja en ti. ¡Más sosegado, Trinidad Eterna! El agua de este mar no es turbia ni infunde temor, sino que da a conocer la Verdad. Este agua es transparente y descubre lo oculto, de ahí que, donde abunde la abundantísima luz de la fe, el alma tiene certeza de lao que cree( Santa Catalina de Siena)
PUNTO SEGUNDO.- Pero la fiesta de hoy nos invita a alabar y ensalzar a la Trinidad Santísima, no solo por las misericordias inmensas que uso con los hombres, sino también y sobre todo en si por sí misma. Por su Ser supremo, que jamás tuvo principio y nuca tendrá fin, por su perfecciones infinitas, por su majestad, belleza y bondad esenciales; por su sublime fecundidad de vida, por la que el Padre engendra incesantemente al Verbo y del Padre y del Verbo procede el Espíritu Santo, sin que el Padre sea anterior ni supeiro al Verbo, ni el Padre y el Verbo sean anteriores ni mayores que el Espíritu Santo, pues las tres personas divinas son coeternas e iguales entre sí; por la Divinidad y todas las perfecciones y atributos divinos, que son únicos e idénticos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. ¿Qué puede decir y entender el hombre de cara a un misterio tan sublime? Nada. Sin embargo, lo que sabemos es cierto, porque el mismo Hijo de Dios «el Unigénito Hijo, el que está en regazo del Padre, es quien nos lo dio a conocer» (Jn. 1,18). Pero el misterio es tan sublime y superior a nuestra comprensión que solo podemos inclinar la cabeza y adorar en silencio.
«¡Oh, profundidad de la riqueza y de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos» exclama San Pablo en la Epístola del dia (Rom. 1,33-36), él, que a pesar de haber sido «arrebatado al paraíso», no supo ni pudo decir mas que «oyó palabras inefables que no es concedido al hombre hablar» (II Cor. 12,2-4) De cara al misterio altísimo de la Trinidad se siente realmente que la más bella alabanza es el silencio, el silencio del alma que adora, reconociéndose incapaz de expresar una alabanza adecuada a la divina Majestad.
"Tú eres el Bien sumo e infinito, Bien superior a todo bien, Bien feliz, Bien incomprensible, Bien inestimable, Belleza superior a toda belleza, Sabiduría superior a todo sabiduría porque eres la Sabiduría misma Tú, alimento de los ángeles, te diste a los hombres con fuego de amor; Tú, vestido que cubre mi desnudez, no sacias a nosotros hambrientos con toda dulzura, porque eres todo dulce, sin mezcla de amargura. Revísteme, ¡Oh Trinidad eterna!, revísteme de ti misma, para que transcurra la vida mortal en la obediencia sincera y en la luz de la fe santa con que embriagaste mi alma! (Santa Catalina de Siena)