Por
San Alfonso María de Ligorio
De
las Novenas
Los devotos de María
Tienen gran empeño en celebrar fervorosamente las novenas de sus festividades,
en las que la Santisima Virgen, con todo amor, les dispensa innumerables y
especiales mercedes. Vio cierto día Santa Gertrudis que bajo el manto de María
multitud de almas estaban mirando a la excelsa Señora con singular afecto y entiendo
que aquellas almas se habían preparado con devotos ejercicios a la fiesta de la
Asunción.
Los ejercicios
que se pueden practicar durante las novenas son los siguientes:
I.— Hacer
oracion mental por la mañana y a la noche; visitar al Santisimo Sacramento y
rezar nueve Padrenuestros, Avemarías, y Gloria.
II.—Visitar tres
veces a María en alguna imagen suya, dando gracias al Señor por los beneficios
de que la colmo pidiendo cada vez a la Virgen alguna gracia especial y en una
de estas visitas leer la oracion que pusimos al fin de cada uno de los discursos
propios de sus festividades.
III.—Hacer
muchos actos de amor, por lo menos ciento o cincuenta, a Jesús y a María, pues
no podemos ofrecerle cosa que más le agrade que amar a su Hijo, como ella misma
dijo a Santa Brígida.
IV.— Leer cada día
de la novena, durante un cuarto de hora, algún libro que trate de las glorias
de María.
V.— Imponerse
alguna mortificación corporal, como el cilicio, la disciplina; ayunar o privarse
en la mesa de frutas o manjares sabrosos al paladar, masticar hierbas amargas;
ayunar en las vísperas de tales festividades a pan y agua. Con todo, ninguna de estas coas ha de hacerse
sin autorización dl director espiritual.
Mejor aún será acostumbrarse
en estas novenas a estas mortificaciones interiores: privase de mirar u oír por
curiosidad, mantenerse en retiro, guardar silencio, obedecer, no responder desabridamente,
soportar las contrariedades y cosas por el estilo, que se pueden practicar sin
mayor peligro de vanagloria, con mayor merecimiento, y para lo que no se
precisa el permiso del director.
Y mejor aún será
proponerse al principio de ellas la enmienda de cualquier defecto en que se
suela caer mas a menudo. Por tanto, será
muy del caso que en cada una de las antedichas visitas se pida perdón por las caídas
pasadas, se renueve la resolución de no volverá caer, implorando para ello el auxilio
de María.
El obsequio mas
querido de la Virgen es imitar sus virtudes, y así será bueno imponerse en cada
novena la práctica de alguna virtud especial de María más en armonía con el
misterio como, por ejemplo, en la fiesta de la concepción la pureza de intención;
en la Natividad, la renovación del espíritu, sacudiendo la tibieza; en la Presentación,
el desasimiento de algo a lo que se sienta uno mas aficionado; en la Anunciación,
la humildad en soportar los desprecios, etc.; en la Visitacion, la caridad con
el prójimo, ayudándole con limosnas, etc., o al menos rogando por los
pecadores; en la Purificación, la obediencia a los superiores, y finalmente en
al Asunción, ejercitarse en el desprendimiento de las cosas terrenas y en la preparación
para la muerte, acostumbrándose a vivir como si el día presente fuera el ultimo
de la vida. Asi es como las novenas serán
de grande utilidad.
VI.—Además de
la comunión en el día de la festividad, bien estaría se pidiese al director
espiritual permiso para comulgar a menudo durante la novena. Decía el P. Señeri que no hay modo mejor de
honrar a Jesús y a María La misma Santisima Virgen revelo a cierta alma santa,
como refiere el P. Crasset, que no se le podía ofrecer cosa más estimada que la
sagrada comunión, porque por ella recoge Jesucristo en las almas el fruto de su
pasión. Diríase que la Virgen nada desea
más que comulguemos, llegando a decirnos:
Venid a comer mi pan y bebed del vino que he mezclado.
VII.— Finalmente, el mismo día de la fiesta es menester consagrarse, despues de la comunión, al servicio de esta Madre de Dios, pidiéndole la gracia que hemos procurado ejercitar durante la novena u otra gracia especial y bien estaría que, durante el año, y en la fiesta que mas nos mueva a devocion y fervor, nos preparemos de modo particular para consagrarnos de nuevo y con renovado fervor a su servicio, eligiéndola por Señora, Abogada, y Madre nuestra. Despues le pediremos que nos perdone los descuidos en servirla el año pasado y prometeremos mayor fidelidad en el año actual. pidámosle, finalmente, nos reciba por siervos y nos alcance una santa muerte.
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