"POR LA CONVERSION DE LOS INFIELES"

¡Dios te salve, María, Virgen y Madre de Dios! Aunque miserable pecador, vengo con la mayor confianza a postrarme a vuestros pies santísimos, bien persuadido de ser por ti socorrido de que eres la que, con tu gracia y protección poderosa, alcanzas al género humano todas las gracias del Señor. Y si estas suplicas no bastaran pongo por medianeros y abogados a los nueve coros de los Ángeles, a los Patriarcas, y Profetas, a los Apóstoles y Evangelistas, a los Mártires, Pontífices y Confesores; a las Vírgenes y Viudas; a todos los Santos del Cielo en especial al Cura de Ars, Santa Filomena, San Francisco de Asís, San Benito y justos de la tierra. Cuiden de esta página y de lo que aquí se publica para el beneficio de los fieles de la Iglesia Católica; con el único fin de propagar la fe. Que, esta página sea, Para Mayor Gloria de Dios.

viernes, 19 de junio de 2020

De las Novenas Por San Alfonso Maria de Ligorio



Por San Alfonso María de Ligorio

De las Novenas

 

Los devotos de María Tienen gran empeño en celebrar fervorosamente las novenas de sus festividades, en las que la Santisima Virgen, con todo amor, les dispensa innumerables y especiales mercedes. Vio cierto día Santa Gertrudis que bajo el manto de María multitud de almas estaban mirando a la excelsa Señora con singular afecto y entiendo que aquellas almas se habían preparado con devotos ejercicios a la fiesta de la Asunción.

Los ejercicios que se pueden practicar durante las novenas son los siguientes:

I.— Hacer oracion mental por la mañana y a la noche; visitar al Santisimo Sacramento y rezar nueve Padrenuestros, Avemarías, y Gloria.

II.—Visitar tres veces a María en alguna imagen suya, dando gracias al Señor por los beneficios de que la colmo pidiendo cada vez a la Virgen alguna gracia especial y en una de estas visitas leer la oracion que pusimos al fin de cada uno de los discursos propios de sus festividades.

III.—Hacer muchos actos de amor, por lo menos ciento o cincuenta, a Jesús y a María, pues no podemos ofrecerle cosa que más le agrade que amar a su Hijo, como ella misma dijo a Santa Brígida.

IV.— Leer cada día de la novena, durante un cuarto de hora, algún libro que trate de las glorias de María.

V.— Imponerse alguna mortificación corporal, como el cilicio, la disciplina; ayunar o privarse en la mesa de frutas o manjares sabrosos al paladar, masticar hierbas amargas; ayunar en las vísperas de tales festividades a pan y agua.  Con todo, ninguna de estas coas ha de hacerse sin autorización dl director espiritual.

Mejor aún será acostumbrarse en estas novenas a estas mortificaciones interiores: privase de mirar u oír por curiosidad, mantenerse en retiro, guardar silencio, obedecer, no responder desabridamente, soportar las contrariedades y cosas por el estilo, que se pueden practicar sin mayor peligro de vanagloria, con mayor merecimiento, y para lo que no se precisa el permiso del director.

Y mejor aún será proponerse al principio de ellas la enmienda de cualquier defecto en que se suela caer mas a menudo.  Por tanto, será muy del caso que en cada una de las antedichas visitas se pida perdón por las caídas pasadas, se renueve la resolución de no volverá caer, implorando para ello el auxilio de María.

El obsequio mas querido de la Virgen es imitar sus virtudes, y así será bueno imponerse en cada novena la práctica de alguna virtud especial de María más en armonía con el misterio como, por ejemplo, en la fiesta de la concepción la pureza de intención; en la Natividad, la renovación del espíritu, sacudiendo la tibieza; en la Presentación, el desasimiento de algo a lo que se sienta uno mas aficionado; en la Anunciación, la humildad en soportar los desprecios, etc.; en la Visitacion, la caridad con el prójimo, ayudándole con limosnas, etc., o al menos rogando por los pecadores; en la Purificación, la obediencia a los superiores, y finalmente en al Asunción, ejercitarse en el desprendimiento de las cosas terrenas y en la preparación para la muerte, acostumbrándose a vivir como si el día presente fuera el ultimo de la vida.  Asi es como las novenas serán de grande utilidad.

VI.—Además de la comunión en el día de la festividad, bien estaría se pidiese al director espiritual permiso para comulgar a menudo durante la novena.  Decía el P. Señeri que no hay modo mejor de honrar a Jesús y a María La misma Santisima Virgen revelo a cierta alma santa, como refiere el P. Crasset, que no se le podía ofrecer cosa más estimada que la sagrada comunión, porque por ella recoge Jesucristo en las almas el fruto de su pasión.  Diríase que la Virgen nada desea más que comulguemos, llegando a decirnos:  Venid a comer mi pan y bebed del vino que he mezclado.

VII.— Finalmente, el mismo día de la fiesta es menester consagrarse, despues de la comunión, al servicio de esta Madre de Dios, pidiéndole la gracia que hemos procurado ejercitar durante la novena u otra gracia especial y bien estaría que, durante el año, y en la fiesta que mas nos mueva a devocion y fervor, nos preparemos de modo particular para consagrarnos de nuevo y con renovado fervor a su servicio, eligiéndola por Señora, Abogada, y Madre nuestra.  Despues le pediremos que nos perdone los descuidos en servirla el año pasado y prometeremos mayor fidelidad en el año actual.  pidámosle, finalmente, nos reciba por siervos y nos alcance una santa muerte.



viernes, 12 de junio de 2020


NOVENA
AL SAGRADO CORAZON DE JESUS
POR SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO

Por la señal…
Señor mio Jesucristo, * Dios y hombre verdadero; * Criador,  Padre y  Redentor mio, * por ser Vos quien sois, * bondad infinita, * y porque os amo sobre todas las cosas, * me pesa de todo corazón haberos ofendido, * y me pesa de que no me pese más. * Propongo firmisimamente no volver a pecar * y huir de las ocasiones de ofenderos.
* Ofrezco mi vida,  obras y trabajos * en satisfacción de mis culpas y pecados; * y confió en vuestra clemencia infinita  que me perdonareis * por los meritos de vuestra preciosísima Sangre, * y por los dolores y lágrimas de la Santisima Virgen, * Madre y Señora nuestra, * y que me daréis gracias para enmendarme * y perseverar hasta la muerte. *Amén.

Oración para empezar todos los días
¡Oh Corazón de mi amado Jesús, en quien toda la Santísima Trinidad deposito tesoros inmensos de celestial gracias! concededme un Corazón semejante al vuestro y la gracia que os pido en esta Novena, si es para mayor Gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Léase a continuación la mediación que corresponde a cada día de la Novena. Terminada la lectura se pide la gracia particular que se desea alcanzar y se lee la oración que sigue a la meditación. Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias… y se termina con la.

Oración final para todos los días
¡Oh Corazón de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de Los Ángeles!
¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser Fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todos los seres!
¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Profundísimamente os adoro con todo mi espíritu, os alabo con todo mi Corazón y os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial,        y todas las que os puedan tributar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
V. Aprended de mí, que soy manso y humilde de Corazón.
R. Y hallareis paz vuestras almas.

Oración.   Señor nuestro Jesucristo, que por un beneficio singular de tu amor te has dignado revelar a la Iglesia, tu Esposa, las inefables riquezas de tu Corazón, concedemos propicio que nuestros corazones merezcan enriquecerse con las gracias celestiales que manan de esa dulcísima Fuente; Señor. Que vives y reinas, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

MEDITACIONES Y ORACIONES PARA CADA DIA DE LA NOVENA
Día primero
Corazón amable de Jesús
Si nos aplicásemos a meditar las infinitas amabilidades de Jesucristo, nos veríamos en la felicísima precisión de amarle sobre todas las cosas. ¿Hay en efecto un solo Corazón tan amable como el de Jesús? Corazón purísimo, santísimo, inflamado en amor para con Dios y para con nosotros.
Este Corazón es el centro de las delicias y complacencias del Padre, porque en él tienen su asiento todas las perfecciones y virtudes; el más ardiente amor a su divino Padre, hermanado con la mayor humildad y respeto; una extrema confusión por nuestras iniquidades, que tomo sobre si, unida a la más tierna y filial confianza en Dios; un odio decidido al pecado y una compasión sin límites a nuestras miserias.
 Es una palabra: en el Corazón de Jesús se hallan reunidas todas las cualidades que suelen granjearse el amor. Y, ¿es posible que, a pesar de todas estas prendas, nosotros, que tan fácilmente nos aficionamos a las criaturas, hayamos sido hasta aquí tan poco sensibles a la amabilidad y perfecciones del divino Corazón, que las reúne todas?
Afectos y peticiones
Reconozco, Jesús mío, que  vuestro Corazón es la morada de todas las virtudes y por ellas digno de que todas las criaturas le amen y le ensalcen. Por lo que a mi toca, yo quiero, Salvador mío, amaros siempre. En lo pasado, he vivido olvidado de Vos, pero no permitáis que viva del mismo modo en lo venidero.
 ¡Hermosas llamas, que brotáis del amantísimo Corazón de Jesús como de encendidísima hoguera abrasad también mi Corazón y consumid todos los afectos impuros que le impiden ser enteramente vuestro! Haced que emplee lo restante de mi vida únicamente en amaros a Vos solo.
Permitid, Señor, que os ame este Corazón que tantos años os ha contristado. Sea gloria vuestra mostrar a los Ángeles un Corazón que, de indiferente y hostil a vuestro amor, se ha convertido en fervoroso discípulo y amante fidelísimo.
¡Virgen Santísima, esperanza mía, socorredme!
                                               
Día Segundo
Corazón amante de Jesús
Es incomprensible el amor que el Corazón de Jesús nos tiene. Si todos los hombres se uniesen con los Santos y Ángeles para amar con todas sus fuerzas al Corazón de Jesús, el amor de todos ellos fuera respecto al del Salvador, como la luz de una pequeña antorcha comparada con la del sol.
Ni a nosotros mismos nos amamos como Él nos ama. Por nuestro amor se encarnó, vivió pobremente y murió en cruz. Brilla sobre todo este amor en la institución del Santísimo Sacramento, en el cual, como anonadado bajo las especies de pan, parece no tener otro anhelo que amar a los hombres, dándose a ellos en alimento.
Decía un siervo de Dios: “Si algo me hiciese dudar del misterio de la Eucaristía, sería solo lo extraordinario del amor de Jesucristo. Al que me preguntara cómo es posible que el pan se convierta en carne, o que un mismo cuerpo este en muchos lugares le respondería que Dios todo lo puede, más si uno me preguntara cómo es posible que Dios haya amado tanto al hombre; le contesto, que no lo entiendo.
Afectos y peticiones
¡Corazón adorable de mi Jesús! ¡Corazón inflamado en el amor del hombre! ¡Corazón amantísimo de nuestro bien! ¿Cómo es posible que ellos os desprecien? Pero ¡ay! ¿No he sido yo, como ellos y más que ellos, ingrato, ofendiéndoos a Vos, Bondad infinita? Ha sido gran falta la mía, Señor, pero perdonádmela, pues quiero amaros; si amaros quiero a Vos solo, que tanto me habéis amado.
¡Oh amor de mi Jesús! Vos sois mi amor. ¡Oh llamas del Corazón de Jesús! Inflamad mi Corazón. De hoy mas no permitáis viva un solo instante privado de vuestro amor; hacedme morir antes que vuelva el mundo a presenciar tamaña ingratitud como fuera la mía si, después de las infinitas gracias, luces y otras muestras de amor de Vos recibidas, me atreviese otra vez a despreciar y vuestra Amistad.
No lo permitáis, ¡Oh Jesús mío! ¡Oh María! Infinitamente deseáis ver amado a Jesús. Unidme tan estrechamente con El, que no me separe más.

                                                   Día tercero                                                  
Corazón de Jesús deseoso de ser amado
Jesucristo, si bien no necesita vuestro amor, anhela por el tan vivamente como si el hombre fuese su Dios del amor del hombre dependiese su felicidad. ¡Como! ¡Todo un Dios desea y pide con tantas instancias el amor de un gusano, cuando con solo permitirnos amarle nos habría dispensado un grande beneficio! Un vasallo no se atreve a decir a su principio: “Yo os amo”.
Los reyes de la tierra no se humillan a decir un súbdito: “Quiero que me ames”. Y el Rey del cielo pone todo su empeño en que le amemos, cifra todas sus delicias en nuestro amor y se regocija cuando un alma le dice y le repite: “Si, yo os amo de todo Corazón”.
Todo esto es efecto del amor inmenso que nos tiene y por nuestro propio bien. Por efecto de él se compara al pastor, lleno de gozo por haber encontrado a la oveja descarriada; y al padre, que no solo perdona al hijo extraviado, si no que estrechamente la abraza.
Tan ardiente es el deseo de ser amado, que al que le rehusé su Corazón le condena al infierno, y al que se lo ofrezca le promete la vida eterna. Estas suplicas, amenazas y promesas, ¿No nos forzaran amarle?


Afectos y peticiones
¡Oh Jesús mío! Me mandáis que os ame y me amenazáis, si no lo hago, con el infierno; más decidme: ¿puede haber suplicio más cruel que vivir sin amaros? A los mismos condenados se les trocarían sus tormentos en delicias si con el ardor de las llamas eternas pudiera hermanarse el de vuestra caridad y, por el contrario, a los bienaventurados les parecería un infierno la mansión misma de la Gloria si puestos en ella, se viesen privados de vuestro amor.
Os diré con San Agustín: Bien lo sé, ¡amado Señor mío! En justo castigo de mis pecados merecería carecer por siempre de vuestra gracia, sin esperanza de amaros por toda la eternidad; mas al oír que me seguís intimando el dulce precepto de vuestro amor, quiero obedeceros, y repetir de hoy en adelante: ¡Dios mío, yo os amos, yo os amo!
Olvidado, los disgustos que hasta aquí os he dado, y por vuestros meritos haced que os ame, cuanto merecéis, un pecador que tanto os ha ofendido. ¡Virgen Inmaculada, ayudadme, rogad a Jesús por mí!

Día Cuarto
Corazón dolorido de Jesús
No es posible meditar los Dolores que sufrió el Corazón de Jesús sin compadecerle. El mismo atestigua que sintió amargura capaz de hacerle morir de dolor, a no haber contenido el golpe de la muerte un milagro de la Divinidad.
No eran los tormentos y ultrajes que iba a sufrir en su Pasión los que de tal modo le atormentaban; lo que más oprimía su Corazón era la ingratitud de los hombres y los desacatos de que sería objeto en el Santísimo Sacramento.
¡Oh Dios! ¡De cuantas maneras no le han ofendido los hombres! Sin embargo, todas esas ofensas no fueron bastantes a impedirnos dejase esa prueba de su afecto; de modo que el amor que nos tiene parece ser mayor que el odio que le anima contra el pecado.
¿No son, por ventura, suficientes estos motivos para obligarnos a amar a un Corazón que tanto nos ama? ¿No ha hecho cuanto estaba en su mano para cautivar nuestro afecto? ¿Dejaremos, ¡ingratos!,  a Jesús abandonado en los templos? ¿No nos uniremos más bien a las almas devotas, y como ellas haremos, por amor, compañía a nuestro Dios, que por amor se ha quedado con nosotros?
Afectos y peticiones
 ¡Oh Jesús, dueño adorado de mi alma! Ved a vuestros pies al que tan cruelmente ha desgarrado vuestro Corazón. Y, ¿cómo he podido llenar de tantas amarguras a ese Corazón que, para manifestarme su amor y conquistar el mío, no ha perdonado medio ninguno?
 Mas consolaos, Salvador mío; por un efecto de vuestra gracia, tal herida de amor a recibido mi Corazón, que siente ahora no poder morir de puro dolor, a la vista de tantos disgustos como os he causado. ¡Quien me diese, Jesús mío, compartir el dolor que, viviendo en la tierra, tuvisteis por mi pecados!
Eterno Padre, yo os ofrezco ese indecible horror que experimento vuestro Hijo por mis pecados, y por El mismo os pido encarecidamente un pesar tan vivo de haberos ofendido, que no tenga limites mi aflicción, al pensar en los desprecios que os he hecho.
 Y Vos, Jesús mío, haced que deteste de hoy más todos los pecados, aun los más leves, porque os desagradan a Voz que merecéis un amor infinito. María, Madre Mía, alcanzadme odio al pecado y amor a vuestro Hijo.

Día quinto

Corazón piadoso de Jesús

¿Dónde hallaremos un Corazón más piadoso, compasivo  y tierno que el de Jesús? Su ternura para con nosotros le hizo bajar del Cielo, y ser el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas. Para obtener el perdón de nuestras culpas, no se perdonó a Sí mismo, y se sacrificó el ara de la Cruz, para satisfacer con su muerte el castigo que merecíamos.
 
Esa misma ternura le hace exclamar: “¿Por qué queréis condenaros, pobres hijos míos? No desconfiéis; yo no quiero la muerte del pecador.  Siempre que lo queráis, volved a mí y recobrareis la vida.   Revertimini et vivetis”

La misma ternura le fuerza a decir que es Padre amoroso, que recibirá al hijo prodigo, le estrechara entre sus brazos y olvidara sus ofensas.  No se conducen así los hombres.  Cuando perdonan una injuria, conservan de ella alguna memoria. 

Mas Vos, Jesús mío, no contento con perdonar al que os ha ultrajado, le convidáis a la celestial Mesa, en que nos dais vuestro propio Cuerpo, y no sentís repugnancia en abrazar las almas que tantas veces os han ofendido; y esto lo hacéis, no solo en la vida presente, sino también, y sobre todo, en la venidera por medio de la gloria eterna.

Afectos y peticiones

¡Corazón misericordioso de Jesús! Tened compasión de mí y haced que os repita siempre esta misma suplica.  Vos, por pura misericordia, me habéis conservado la vida y me habéis aguantado todo el tiempo que me tuvieron lejos de Vos mis pecados, convidándome a penitencia, brindándome con el perdón de mis culpas e infundiéndome vivo dolor de haberlas cometido y deseo de amaros en adelante. 

Por todo ello puedo creer con fundamento hallarme ahora en vuestra gracia.  Pero seguid, Jesús mío, previniéndome con vuestra misericordia, Y sea el efecto más precioso de ella comunicarme luz y fuerza para no recaer en las pasadas iniquidades.  Os amo, dulce Jesús mío; quiero amaros sin cesar; por favor libradme misericordiosamente de la desgracia de disgustaros en lo venidero. También a Vos, María, Madre mía, os lo pido; no permitáis que vuelva jamás a separarme de mi Dios.

Día sexto
Corazón de Jesús, prodigo de sus dones
Las almas generosas cifran su gloria en contentar, en lo posible a todos, y especialmente a los más necesitados y afligidos. Más ּ ¿es posible haya Corazón tan noble y generoso como el de Jesús? Su bondad infinita le inspira un deseo vehementísimo de franquearnos todas sus riquezas.
 Para hacernos ricos se hizo pobre, según expresión del Apóstol San Pablo. Para conseguir su intento ha querido quedarse entre nosotros en el adorable Sacramento de la Eucaristía, en la cual esta con las manos llenas de gracias, para dispensarlas con profusión a los que le visitan. Nos da en la comunión su propio cuerpo, para hacernos comprender que no sabrá negarnos nada el que se da enteramente a Si mismo.
La liberalidad del Corazón de Jesús nos ofrece todos los bienes y todas las gracias; a El debemos todas las que hemos recibido, y si no habéis recibido más abundantes gracias en lo pasado, la culpa-nos dice el Salvador-, la culpa no es mía, es vuestra, y solo vuestra, por no habérmelas pedido, o no habérmelas pedido debidamente.
“pedid y recibiréis.” ¡Oh cuan rico, cuan dadivoso, cuan generoso y prodigo se muestra el Corazón de Jesús para con todos aquellos que le invocan!
                                                
Afectos y peticiones
¡Oh Jesús mío! Después de haberme dado vos generosamente toda vuestra sangre y vuestra vida, ¿Podré yo rehusaros mi pobre y mísero Corazón? No, amado Redentor; os lo ofrezco y os lo consagro todo entero; aceptadle y disponed del como fuere de vuestro agrado.
Por piedad, Dios mío, enseñadme el perfecto olvido de mí mismo; y ya que vuestra bondad me inspira el deseo del más puro y perfecto amor, decidme también como he de conseguirlo. Determinado estoy a emprender todo lo que os agrade; más para ser fiel necesito e imploro vuestro auxilio. 
A vos amantísimo Corazón de Jesús,  a Vos toca atraer y cautivar todo el afecto de este Corazón mío, en otro tiempo tan ingrato. Haced, ¡Oh Salvador mío! Que así como vuestro Corazón arde por mí en llamas de inextinguible caridad, así se consuma por voz el mío en aras de la más completa abnegación, de modo que mi voluntad se conforme enteramente con la vuestra.
 ¡Oh María, Oh tierna Madre mía! Os conjuro me alcancéis de la gracia de no querer ni desear sino lo que Jesús y voz tuviereis por agradable.

Día Séptimo
Corazón agradecido de Jesús
Tal es la gratitud del Corazón de Jesús, que no deja sin recompensa la más mínima obra, ni el menor buen pensamiento tenido a honra y Gloria suya, dando siempre el ciento por uno. Los hombres agradecidos recompensan una sola vez los favores que han recibido, y esto como para descargarse de la obligación de pensar más en ellos.
 No así el Corazón de Jesús. Todo el bien que hacemos en obsequio suyo, no solo le premia con el ciento tanto en esta vida, sino soberanamente en la otra por toda la eternidad.
¿Y es posible que los hombres vivan tan descuidado de hacer algo para contentar este Sagrado Corazón, dechado de gratitud? ¿Es posible que le paguen con tanta ingratitud? Aun cuando el Redentor no hubiese derramado más que una sola gota de sangre o una sola lagrima por nuestra salvación, deberíamos estarle infinitamente agradecidos.
Más Jesús ha querido padecer por nuestro amor, sufriendo sin medida, para aplicarnos todas sus penas, sus ignominias, su sangre y vida y sus meritos infinitos; de modo que es infinita la obligación de amarle que hemos contraído.
Afectos y peticiones
¡Amado Jesús mío!  A vuestros pies se postra un ingrato, tanto más culpable, cuanto que agradecido a las criaturas, solo con Vos ha sido insensible y desconocido, siendo así que con vuestra muerte pusisteis el colmo a todo lo que puede hacer un Dios para conquistarse el amor de sus criaturas.
Mi esperanza única es vuestro Corazón, infinito en bondad y misericordia, que ha empeñado su palabra de olvidar las ofensas recibidas tan luego como el pecador se arrepiente y le  pide perdón.
Yo Señor, en lo pasado me he mostrado ingrato con Vos, pero me arrepiento y os suplico no permitáis que en lo sucesivo me haga reo de nuevas ingratitudes.
Unidme fuerte y estrechamente con vuestro Corazón, de modo que no pueda causaros disgusto alguno en lo que me resta de vida. Basta, Jesús mío, de ofensas; ahora solo quiero amaros. ¡Oh María, Madre mía! No permitáis que vuelva jamás a cometer nuevas ingratitudes con vuestro divino Hijo. Rogad a Jesús por mí.
                                                                                                         

Día Octavo
Corazón de Jesús ultrajado
No puede darse pena mayor para un Corazón que ver desdeñado su amor; y esta pena es tanto más viva y cruel cuanto mayor fueron las pruebas de cariño:
Si todos los hombres, renunciando a los bienes del mundo, fuesen a sepultarse en los desiertos para alimentarse de solas hierbas, acostarse en el desnudo suelo el desnudo suelo y mortificar su cuerpo con las más ásperas penitencias; en fin, si diesen su vida por Jesucristo,
¿Podrían con esto compensar las penas, la sangre, la vida del Hijo de Dios, sacrificado por nosotros? Aunque tuviésemos mil vidas y las sacrificásemos todas por Jesús, poco seria este sacrificio para corresponder debidamente al amor que nos manifestó El solo con la institución del Santísimo sacramento.
¡Esconderse un Dios bajo las especies de pan para darse en alimento a sus criaturas! Sin embargo, ¿qué muestras de agradecimiento dan los hombres a Jesús? Desprecios y ultrajes, injurias tales, que tendrían por crueldad hecha a sus enemigos. ¿Podemos fijar nuestra atención en los desacatos de que es blanco el Corazón de Jesús, sin sentirnos dominados de la más Honda pena?
Afectos y peticiones
 ¡Oh Corazón de Jesús, Fuente inagotable de misericordia y amor! ¡Como al ver vuestras finezas y mi ingratitud no muero de dolor! ¡Me disteis el ser, me disteis vuestra sangre y vuestra vida, sacrificándola por mí en la cruz: no contento con aquel sacrificio, instituisteis la Eucaristía, para renovarlo todos los días en favor mío! ¡Dios mío! ¡Cómo es posible no muera de confusión al verme tan ingrato!
Desterrad para siempre de mi Corazón esta negra ingratitud. Si el conocerme desde la eternidad tan indigno y tan ingrato no os impidió que me amaseis, ¿podré dudar de vuestro amor ahora que mi único deseo es amaros y ser amado Vos? Esta aspiración mía, mejor diré, vuestra, pues que de Voz procede, haced que se cumpla prontamente, y que sea el día de hoy el de mi total conversión y perpetua entrega a vuestro santo amor. ¡Oh María! Interponed con este fin en favor mío vuestras oraciones; vuestro Hijo se complace en agradaros.

Día novena
Corazón de Jesús fidelísimo
¡Oh cuan grandes la fidelidad del Corazón de Jesús! Por muchas y grandes que sean es imposible que viole sus promesas. La fidelidad del Corazón de Jesús nos da fundamento para esperarlo todo, aunque nada hayamos merecido.
Si en otro tiempo le hemos desechado, abrámosle ahora las puertas de nuestro Corazón, y entrara en él, que así nos lo tiene ofrecido.  Si deseamos gracias, pidámoslas a Dios en nombre de su Hijo.  Nos ha prometido que las obtendremos.
En las tentaciones, confiemos en los meritos del Redentor, que no permitirá que los enemigos nos tienten más allá de lo que puedan sobrellevar nuestras fuerzas. ¡Cuanto mejor es tratar con Dios que no con los hombres!  Estos, o porque fingen, o porque se atraviesan circunstancias imprevistas, quebrantan sus promesas.
 El Señor, nunca. Dios no puede ser infiel a sus promesas, porque siendo Verdad por esencia no puede engañarnos ni engañarse. Nos ha prometido un refugio en su Corazón, y nos lo dará.
¡Ah! ¡Si según esta inviolable fidelidad del Salvador hubiera sido la nuestra! ¡Cuántas veces, después de jurarle fidelidad, hemos abandonado su servicio, pasándonos al de sus enemigos! Pidámosle fuerzas para ser fieles en adelante.


Afectos y peticiones
¡Amado Salvador mío! ¡Qué diferencia entre vuestro Corazón y el mío, entre vuestra fidelidad y mi triste inconstancia! Vos siempre fiel, y yo, ¡cuántas veces he merecido nota de traidor! Desde ahora os reconozco a Vos solo por el sumo bien, digno de infinito amor, y os reconozco en particular por mi amantísimo bienhechor, que, olvidando mis ofensas me ha tratado con no merecida predilección.

 ¡Ay de mí! si llegaste a condenarme, lo más espantoso del Infierno para mi seria el inolvidable, aunque vano recuerdo de la excepcional benevolencia con que me favorecisteis. Alejad de mí ese insoportable tormento.
Tened piedad de vuestro siervo, y no permitáis que, traidor otra vez como lo fui en el pasado, llegue por fin a parar en el Infierno. ¡Oh tiernísimo, Oh fidelísimo Corazón de Jesús! Comunicad a mi pobre Corazón vuestros ardores, y haced que persevere en vuestro amor.
Esta gracia os pido, y juntamente la de no cesar de pedírosla y morir antes que volver a ser infiel. Ayudadme ¡Oh María! A mostrarme fiel en el servicio de vuestro Hijo. Amén.

ACTO DE OFRECIMIENTO
AL SAGRADO CORAZON DE JESUS
¡Oh amabilísimo Jesús mío! Yo, N.N. con el fin de daros testimonio de mi reconocimiento y reparar mis infidelidades, os doy mi corazón, me entrego enteramente a Vos, y propongo, con vuestro divino auxilio, no volver más a ofenderos.
Trescientos días de indulgencia cada vez, haciendo esta consagración ante una imagen de Sagrado Corazón; plenaria al mes, con las condiciones acostumbrada, rezándola todos los días. [Preces el pía opera…,n.228.]


ORACION AL CORAZONAGONIZANTE DE JESUS
POR LAS PERSONAS QUE EN TODO EL MUNDO AGONIZAN Y MUEREN CADA DIA

¡Oh misericordiosísimo Jesús, abrasado es amor de las almas! Os suplico, por la agonía de vuestro Santísimo Corazón y por los Dolores de vuestra Purísima Madre, que lavéis con vuestra sangre a todos los pecadores de la tierra que están ahora en la agonía y tienen que morir hoy. Amén.
Corazón agonizantes de Jesús, tened misericordia de los moribundos.
Trescientos días de indulgencia por cada vez. Una plenaria al mes, rezándola en el tres veces cada día y a diferentes horas (Pió IX) [Preces et pía opera..n.625]

FORMULA DE CONSAGRACION
PRESCRITA POR SU SANTIDAD PIO IX
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar: vuestros somos y vuestros queremos ser: y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido: muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo! Compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.
¡Oh Señor! Sed Rey, no solo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, porque no perezcan de hambre y de miseria.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de Discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al Puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebano bajo un solo Pastor.
Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del Islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino. Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto; descienda también sobre ellos, bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra si reclamaron.
Conceded, ¡Oh Señor! Incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro con fin de la tierra no resuene sino esta voz: Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud; a Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Así sea.

Indulgencia de cinco años. Plenaria una vez al mes, si se ha hecho todos los días y previa al mes, si se ha hecho todos los días y previa la confesión. Comunión y, visita de una iglesia. [ Preces et pía opera..n.253.]

LETANIAS
DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS
(Aprobadas por la Sagrada congregación de Ritos)
Señor, tened piedad de nosotros.
Jesucristo, tened piedad de nosotros.
Señor, tened piedad de nosotros.
Jesucristo, oídnos.
Jesucristo, escuchadnos.
Dios Padre celestial………………(TENED PIEDAD DE NOSOTROS)
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, sois un solo Dios,
Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno,
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en las entrañas
De la Virgen Madre,
Corazón de Jesús, unido substancialmente al Verbo divino,
Corazón de Jesús de majestad infinita,
Corazón de Jesús, Santuario de la Divinidad,
Corazón de Jesús, Tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, Casa de Dios y puerta del Cielo,
Corazón de Jesús, horno encendido de caridad,
Corazón de Jesús, receptáculo de justicia y amor,
Corazón de Jesús, lleno de amor y de bondad,
Corazón de Jesús abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en que residen todos los tesoros de sabiduría
Y ciencia,
Corazón de Jesús, en que habita toda plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, objeto de las complacencias del Padre,                          
Corazón de Jesús, de cuya abundancia todos recibimos,                        (TENED PIEDAD DE NOSOTROS)
Corazón de Jesús, deseado de los collados eternos,
Corazón de Jesús, paciente y misericordiosísimo,
Corazón de Jesús, rico para todos los que os invocan,
Corazón de Jesús, Fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación de nuestros pecados,
Corazón de Jesús, saciado de oprobios,
Corazón de Jesús, rasgado de dolor por nuestras culpas,
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, traspasado con la lanza,
Corazón de Jesús, fuente de todo Consuelo,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, nuestra paz y nuestra reconciliación,
Corazón de Jesús víctima de los pecados,
Corazón de Jesús, salud de los que en Vos esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Vos mueren,
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos………………………
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo, atendednos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo, tened piedad de nosotros.
Jesucristo, oídnos.
Jesucristo, escúchanos.
V. Jesús, dulce y humilde de Corazón.
R. Haced nuestro Corazón semejante al vuestro.

Oración
Omnipotente y eterno Dios, mirad el Corazón de vuestro amabilísimo Hijo, ved las satisfacciones que hoy os ofrece por los pecadores, escuchad las alabanzas que os tributa en nombre de ellos; y aplacado por El, conceded perdón a los que os imploran, por el mismo Jesucristo vuestro Hijo, que con Vos vive y reina en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Siete años de indulgencia cada vez. Plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, si se ha rezado las letanías, versículo y oración todos los días. [Preces et pía opera…, 11. 213]

Acto de desagravio al Corazón Eucarístico de Jesús
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, hoguera de caridad, abismo de misericordia, piélago de gracias infinitas y manantial copiosísimo de donde fluyeron todos los sacramentos, y singularmente este Sacramento de amor! ¡Quién me diera. Señor, penetrar los latidos de ese adorable Corazón, oculto bajo los velos eucarísticos, y ver al descubierto los sentimientos dolorosos que lo desgarran en presencia del olvido, de la ingratitud y de la dureza de los hombres!
Porque ¡Oh Jesús mío! ¿Cómo han respondido los hombres a tanta bondad? ¿Cómo han pagado, Señor, esta última fineza de vuestro amor? ¡Ay de mí!, que la mayor parte de ellos, el linaje humano en su inmensa mayoría, ha contrapuesto crímenes y más crímenes a tan inefable beneficio; os han desconocido , os han olvidado, os han menospreciado, y no cesan de llenar la medida de sus iniquidades con nuevos y más sangrientos ultrajes.
Los hombres ya no quieren conoceros, no quieren amaros; vuestra ley es despreciada cada día, vuestra voluntad postergada a cada momento; quieren borrar hasta la memoria de vuestro nombre.                                Y ¿será necesario recordar los horrendos atentados, las infames blasfemias, los tratamientos indignos de que asido victima vuestro Corazón en este sacramento?
Hombres impíos, herejes rabiosos ha habido que, no contentos con haceros blanco de sus burlas y sarcasmos, han profanado de la manera más horrorosa este soberano Misterio; han arrebatado con su sacrílegas manos las Sagradas Hostias, las han desgarrado rabiosamente con la punta del puñal, las han hollado con sus pies, las han arrojado al fuego,                           al agua y al lodo, haciéndolas objeto de los mayores horrores.
¡Oh Dios ultrajado! ¡Oh Corazón eucarístico de Jesús, tan vilmente ofendido! En presencia de tan negra ingratitud, nosotros, de quienes en vuestra misericordia os habéis dignado acordaros, si no os amamos cuanto merece vuestra ternura, si en lo pasado hicimos causa común con vuestros enemigos, ahora bien veis que estamos pesarosos de nuestras culpas, y que deseamos amaros con ardor.
 Permitid, Redentor divino, permitid que nos lleguemos a vuestra amorosa presencia, y que, postrados y humillados profundamente a vuestros sagrados pies, y cubierto de confusión nuestro rostro, os pidamos perdón por tantos ultrajes como recibe vuestro Corazón en el Sacramento de vuestro amor.
 Lleguen a Vos nuestras voces, y suba hasta ese trono eucarístico el doloroso grito de expiación y arrepentimiento que el pesar arranca de nuestro contrito Corazón.
Por mis pecados, por los de nuestros Padres, hermanos y amigos (Perdón Señor, perdón)
Por los perjurios y sacrilegios
Por los odios y rencores,
Por las horrorosas blasfemias,
Por las profanaciones de los días Santos,
Por las deshonestidades y escándalos,
Por las negligencias y malos ejemplos de los padres,
Por las desobediencias y desordenes de los hijos,                            (Perdón Señor, perdón)
Por los atentados cometidos contra la iglesia,
Por las persecuciones y calumnias contra vuestros ministros,
Por los crímenes de la prensa impía,
Por las maquinaciones de tenebrosas sectas,
(Perdón Señor, perdón)
Por los insultos hechos a vuestras imagines,
Por la profanación de los templos,
Por el abuso de los Sacramentos,
Por las comuniones sacrílegas,
Por los horrendos ultrajes cometidos con las Sagradas Hostias,
Por los justos que vacilan,
Por los pecadores que resisten a la gracia,
Por los infelices que agonizan,
¡Oh Señor nuestro Jesucristo, que habéis querido quedaros con nosotros en el admirable Sacramento del Altar, para dar a vuestro Eterno Padre una gloria sin límites y a nosotros el dulcísimo alimento de la vida inmortal!
Concedednos llorar con un Corazón verdaderamente contrito tantas injurias como recibís en este adorable Misterio, e inflamad nuestros corazones en el más ardiente celo, a fin de reparar dignamente tantos oprobios a que os exponéis por amor de las almas fieles, Vos que vivís y reináis con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos Amén.