"POR LA CONVERSION DE LOS INFIELES"

¡Dios te salve, María, Virgen y Madre de Dios! Aunque miserable pecador, vengo con la mayor confianza a postrarme a vuestros pies santísimos, bien persuadido de ser por ti socorrido de que eres la que, con tu gracia y protección poderosa, alcanzas al género humano todas las gracias del Señor. Y si estas suplicas no bastaran pongo por medianeros y abogados a los nueve coros de los Ángeles, a los Patriarcas, y Profetas, a los Apóstoles y Evangelistas, a los Mártires, Pontífices y Confesores; a las Vírgenes y Viudas; a todos los Santos del Cielo en especial al Cura de Ars, Santa Filomena, San Francisco de Asís, San Benito y justos de la tierra. Cuiden de esta página y de lo que aquí se publica para el beneficio de los fieles de la Iglesia Católica; con el único fin de propagar la fe. Que, esta página sea, Para Mayor Gloria de Dios.

miércoles, 6 de julio de 2011

El Alma de Todo Apostolado



6ª—Respuesta a la 2 ª objeción: ¿La vida interior es egoísta y estéril?

No hablemos de la pereza y gula espiritual que hace consistir la vida interior en los goces de una agradable ociosidad y en buscar mucho más los consuelos de Dios que al Dios de los consuelos los tales tienen una falsa piedad. Pero declarar egoísta al vida interior sin más ni más, es desconocerla en absoluto.

Háse ya dicho, en los precedentes artículos, que esta vida es el manantial puro y abundante de las obras más generosas para beneficio de las almas y de la caridad que se encamina al alivio de los males de este mundo. Examinemos la utilidad de esa vida interior desde otro aspecto. ¡Egoísta y estéril la vida interior de María y José! ¡Qué blasfemia y qué absurdo! y sin embargo no se les atribuye ninguna obra exterior.

La sola irradiación sobre el mundo de una vida interior intensiva, los meritos de las oraciones y sacrificios aplicados a la extensión de los beneficios de la Redención han sido bastantes para constituir a María reina de los Apóstoles y a José patrón de la Iglesia Universal.

Soror mea reliquit me solam ministrare,¹ dice, repitiendo las palabras de Marta, el tonto presuntuoso que no ve más que sus propias obras exteriores y aparentes resultados.

Su fatuidad y su poco conocimiento de los caminos divinos le llevan a creer que Dios no podrá prescindir de su concurso, y con satisfacción repite con Marta, incapaz de apreciar la excelencia de la contemplación de Magdalena: Dic illi ut me adjuvet² y llega hasta a exclamar: Ut quid perditio haec?³ censurado como una perdida lastimosa de tiempo el destinado a asegurar la vida intima con Dios por sus hermanos en el Apostolado mas interiores que él.

«Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos sean también santificadas en verdad», responde el alma que ha sentido todo el alcance de esta partícula «para qué» del Maestro; y que, conociendo el valor de la oración y sacrificio, une a las lagrimas y a la sangre del Redentor las lagrimas de sus ojos y la sangre de un corazón que cada día más se purifica.

Con Jesús el alma interior oye como la voz de los crímenes del mundo, sube al cielo pidiendo para sus autores castigo cuya sentencia ella detiene con el poder de la oración, capaz de contener la mano de Dios dispuesta a lanzar el rayo de su cólera.

Los que oran, dice nuestro gran Donoso Cortés, hacen más por el mundo que los combatientes en el campo de batalla; y si el mundo va de mal en peor, es porque mas se confía en las batallas que en las oraciones.

Las manos levantadas en oración, dice Bossuet, derrotan mas batallones que las que luchan.

En medio de los desiertos, los solitarios de la Tebaida tenían frecuentemente en el corazón el fuego que abrasaba a San Francisco Javier, aunque pareciese, como dice San Agustín, que habían abandonado el mundo más de lo conveniente; Y es que los mundanos no reflexionan que las oraciones a consecuencia del apartamiento del mundo son más puras y al propio tiempo más influyentes, eficaces y necesarias para este mundo corrompido.

Una corta, pero ferviente oración, influirá ordinariamente mas en una conversión que largas discusiones y bellos discursos. La razón es obvia: el que ora se pone en relación y trato con la causa primera; y de esta forma tiene en su mano y poder las causas segundas, puesto que estas no reciben su eficacia y acción mas que de aquel superior principio, y queda, por este modo, alcanzado más segura y prontamente el efecto deseado.

Diez mil herejes, según respetable revelación. convertidos fueron por una sola oración ardorosa, abrasada de nuestra Teresa de Jesús cuya alma de fuego y amor para Jesús no podía comprender una vida contemplativa, una vida interior, que no tuviera interés por es rescate de las almas para cuya salvación había muerto Cristo.

«Yo aceptaría, decía, el purgatorio hasta el juicio final para librar una sola alma y ¡qué me importan los largos sufrimientos si puedo así liberar una sola alma, y sobre todo si son muchas, para la gloria de Dios!» Y dirigiéndose a sus religiosas les decía: Hijas mías, vuestras oraciones, vuestras disciplinas, vuestros ayunos y deseos dirigid a este fin apostólico.

Con efecto esta es la obra de Carmelitas, Trapistinas, Clarisas, que, al marchar los Apóstoles, los acompañan con sus oraciones y penitencias, los sostienen con los mismos medios, llegando su eficacia hasta los puntos mas distantes, donde brilla la cruz del misionero y la enseña del evangelio Aun mas: este amor oculto, pero activo, es quien despierta, en el mundo de los pecadores, las voces de la misericordia.

El mundano ignora a qué obedece la conversión de almas en lejanos países, la perseverancia heroica de los cristianos perseguidos, la alegría celestial de los misioneros martirizados. Todo esto esta invisiblemente ligado a la oración de esa humilde monjita de claustro.

Puesto el dedo en el teclado de las misericordias divinas y de las luces eternas, su alma silenciosa y solitaria preside la salvación de las almas y las conquistas de la Iglesia.

«Yo quiero Trapenses en este vicatario Apostólico, decía el Ilmo. Sr. Favier, Obispo de Pekín, y deseo que se abstengan de todo ministerio exterior a fin de que nada les distraiga del trabajo de la oración, de la penitencia y santos estudios; porque se cuan grandes auxilios aportara a los misioneros la existencia de un monasterio fervoroso de contemplativos en medio de nuestros pobres chinos». Y prosigue:

«Hemos conseguido penetrar en una región hasta hoy inaccesible. Atribuyo este hecho a nuestros queridos Trapenses.

Diez Carmelitas orando, decía un Obispo de Cochinchina al gobernador de Saigón, me servirán mas que veinte misioneros predicando.

Los sacerdotes seculares, los religiosos, religiosas y aun seglares dedicados a la vida activa, pero asimismo a la vida interior consagrados, participan de la misma influencia y poder que las almas del Claustro sobre el corazón de Dios.

Un padre Chevrier, un Dom Bosco, un Padre María Antonio, son ejemplos harto claros de esta verdad.

La venerable Ana María Taigi en sus menesteres de mujer de casa era un apostol como san Benito Jose labre, huyendo de los caminos trillados.

M. Dupont, el santo de Tours, el coronel Piqueron devorados del mismo ardor, eran poderosos en sus obras, porque eran hombres interiores.

El general de Sonis encontraba entre dos batallas, por la unión que tenia con Dios, el secreto del Apostolado.

¡Estéril y egoísta la vida de un cura de Ars!

El silencio es a lo sumo lo que merecería semejante afirmación; porque todo espíritu sensato atribuye precisamente a la intimidad perfecta con su Dios, el celo y éxitos de este párroco desprovisto de talentos; pero que tan contemplativo como un cartujo, experiencia una sed de almas que sus progresos en la vida interior habían hecho inextinguible; y recibía de Nuestro Señor, de quien y con quien vivía, una participación de la fuerza divina para obrar las conversiones. ¡infecunda su vida intima!

Supongamos un bienaventurado Vianey en cada una de las diocesis del mundo; al cabo de diez años el mundo estaba regenerado.

No puede dudarse; la principal razón y motivo de esperar la resurrección tanto de Francia como España, es que en ninguna época ha habido, aun entre los mismos fieles, una proporción de almas tan ávidas de vivir unidas con el corazón de Jesús, y de extender su Reino, haciendo por lo menos germinar entre ellas la vida interior.

Ínfima minoría constituyen estas almas escogidas; pero ¿qué importa el numero si tienen vida intensa? no importa tanto la extensión.

El principal fundamento de esperanza de la regeneración y cristianización de Francia y España y Republicas americanas, estriba en ese grupo de sacerdotes empapados y arraigados e la vida interior; por estos una corriente de Vida divina vino a reanimar una generación que la apostasía y la indiferencia parecía haber entregado a una muerte, que ningún esfuerzo humano era capaz de conjurar.

En Francia, después de haber gozado cincuenta años de libertad de enseñanza; después de medio siglo que ha visto el nacimiento y desarrollo de un sinnúmero de obras, y durante el que ha tenido los católicos en sus manos toda la juventud del país y el apoyo casi completo de los gobernantes, y que España con el concordato, todos los organismos político-sociales, escuelas, institutos, universidades, etc., a pesar de estos valiosos elementos no ha podido formarse en estas naciones una mayoría profundamente cristiana para luchar contra coalición de los satélites de Satanás.

Sin duda el abandono de la Vida litúrgica y el haber cesado su influencia sobre los fieles han contribuido a esa debilidad. Nuestra espiritualidad se ha vuelto estrecha, seca, superficial, exterior, o sentimental y no tiene esa penetración y atracción del alma, que presta la liturgia, esa grande fuerza de vitalidad cristiana.

Pero ¿no será la falta de vida interior intensiva otra causa engendradora de la actual indiferencia religiosa y de que no hayamos podido formar más que almas de piedad superficial sin ideales y sin convicciones fuertes? Los profesores ¿no se han esmerado mas en obtener diplomas y prestigios para sus obras e instituciones que en formar cristianos sólidos, convencidos de Cristo con solida educación religiosa?

¿No hemos agotado nuestras fuerzas, sin trabajar en la formación de voluntades y en la educación de caracteres templados y marcados con el sello y carácter de Cristo, reconociendo esta mediocridad y anemia religiosa como causa la vulgaridad de nuestra vida interior?

A Sacerdote santo, se dice corresponde pueblo fervoroso; a sacerdote fervoroso, corresponde pueblo piadoso; a sacerdote piadoso, corresponde pueblo honrado; a sacerdote honrado corresponde pueblo impío. Siempre un grado menos de vida en los formados.

No admitiremos esta proporción en absoluto; pero consideramos que las palabras siguientes de San Alfonso, expresan suficientemente a que causa es necesario atribuir las responsabilidades de nuestra actual situación. «Las buenas costumbres y la salvación de los pueblos dependen de los buenos pastores. Si a la cabeza de una parroquia hay un buen cura o párroco, se verá allí inmediatamente florecer la devoción, la frecuencia de sacramentos, oración mental en conformidad con el proverbio: Qualis pastor, talis parochia, y segun el eclesiastico: Qualis est rector civitatis, tales et inhabitantes in ea».

1. Mi hermana me ha dejado sola en las faenas de mi casa. (San Lucas, 10,40).

2. Dile que me ayude.

3. ¿A qué fin este desperdicio? (Matt., 26,8).

4. Pro eis ego sanctifico meipsum ut sint et ipsi sanctificati in veritate. (S. Joan. 17,19).

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