
Como el médico al encargarse de un enfermo le ordena al punto la dieta, esto es que se prive de comer y beber, no solo en la cantidad, sino también en la calidad de ciertos alimentos que conoce serle nocivos, ordenándole también que se preserve de los aires poco sanos y de conversaciones, recetándole al mismo tiempo las medicinas más a propósito para la restauración de la salud, así, ni más ni menos, es indispensable tratar a nuestro cuerpo, enfermo de las pasiones y de malas inclinaciones. Es preciso empezar por la dieta, privándole o moderándole aquellos manjares o bebidas que pueden irritar a dar empuje a las pasiones, apartando de aquellas personas y lugares que pueden traerle algún perjuicio espiritual, propinándole al propio tiempo ciertas mortificaciones, cual otras medicinas, bajo el consejo de un prudente y sabio director; o, a lo menos, sufrir con paciencia y sin quejas aquellas cosas que nos mortifican sin buscarlas, ora vengan de los prójimos, ora de los animales e insectos, o ya, por último, de los elementos o de la naturaleza; como, por ejemplo: sufrir con paciencia y con espíritu de penitencia el frio y el no poderse calentar o arrimarse a la lumbre en invierno, el dolor de cabeza en primavera, y el calor las moscas, pulgas, etc., en verano y otoño.
Conozco yo a cierta persona que, cuando las pulgas le pican, se habla de esta suerte a sí misma: "Mirad: estos bichos pican así a los mortales, porque el primero y padre de ellos cometió un solo pecado; si, pues, por un solo pecado de uno pican a todos los mortales, ¿con cuanta mas razón todos deberían picarte a ti que tantos pecados has cometido?" Y los deja que hagan su deber picando y cebándose en el, sufriendo con la mayor paciencia y en espíritu de penitencia esta mortificación(I).

Bueno y muy útil te seria que hicieras también alguna otra mortificación voluntaria, a imitación de San Pablo, quien decía: castigo a mi cuerpo para reducirlo a que sirva al espíritu; pero antes de practicar las mortificaciones voluntarias, consúltalo con humildad y docilidad con tu director, y el, haciéndose cargo de tu salud, ocupaciones y otras circunstancias, te dirá lo que puedes hacer que sea más agradable a dios.
(I) Este era el mismo Santo, que se pone, por modestia, en tercera persona.
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