NOVENA
AL SAGRADO CORAZON DE JESUS
POR SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO
Por la señal…
Señor mio Jesucristo, * Dios y hombre verdadero; *
Criador, Padre y Redentor mio, * por ser Vos quien sois, *
bondad infinita, * y porque os amo sobre todas las cosas, * me pesa de todo
corazón haberos ofendido, * y me pesa de que no me pese más. * Propongo
firmisimamente no volver a pecar * y huir de las ocasiones de ofenderos.
* Ofrezco mi vida,
obras y trabajos * en satisfacción de mis culpas y pecados; * y confió
en vuestra clemencia infinita que me
perdonareis * por los meritos de vuestra preciosísima Sangre, * y por los
dolores y lágrimas de la Santisima Virgen, * Madre y Señora nuestra, * y que me
daréis gracias para enmendarme * y perseverar hasta la muerte. *Amén.
Oración para
empezar todos los días
¡Oh Corazón de mi amado Jesús, en quien toda la
Santísima Trinidad deposito tesoros inmensos de celestial gracias! concededme
un Corazón semejante al vuestro y la gracia que os pido en esta Novena, si es
para mayor Gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Léase a continuación la mediación que
corresponde a cada día de la Novena. Terminada la lectura se pide la gracia
particular que se desea alcanzar y se lee la oración que sigue a la meditación.
Se rezan tres
Padrenuestros, Avemarías y Glorias… y se
termina con la.
Oración final para todos los días
¡Oh Corazón de Jesús, dignísimo de la adoración de los
hombres y de Los Ángeles!
¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de
ser adorado con infinitas alabanzas, por ser Fuente de todos los bienes, por
ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda
la Santísima Trinidad entre todos los seres!
¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Profundísimamente os
adoro con todo mi espíritu, os alabo con todo mi Corazón y os ofrezco las
alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial, y
todas las que os puedan tributar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
V. Aprended de mí, que soy manso y humilde de Corazón.
R. Y hallareis paz vuestras almas.
Oración. Señor nuestro Jesucristo, que por un
beneficio singular de tu amor te has dignado revelar a la Iglesia, tu Esposa,
las inefables riquezas de tu Corazón, concedemos propicio que nuestros
corazones merezcan enriquecerse con las gracias celestiales que manan de esa
dulcísima Fuente; Señor. Que vives y reinas, Dios por todos los siglos de los
siglos. Amén.
MEDITACIONES Y ORACIONES PARA CADA DIA DE LA NOVENA
Día primero
Corazón amable de Jesús
Si nos aplicásemos a meditar las infinitas
amabilidades de Jesucristo, nos veríamos en la felicísima precisión de amarle
sobre todas las cosas. ¿Hay en efecto un solo Corazón tan amable como el de
Jesús? Corazón purísimo, santísimo, inflamado en amor para con Dios y para con
nosotros.
Este Corazón es el centro de las delicias y
complacencias del Padre, porque en él tienen su asiento todas las perfecciones
y virtudes; el más ardiente amor a su divino Padre, hermanado con la mayor
humildad y respeto; una extrema confusión por nuestras iniquidades, que tomo
sobre si, unida a la más tierna y filial confianza en Dios; un odio decidido al
pecado y una compasión sin límites a nuestras miserias.
Es una palabra:
en el Corazón de Jesús se hallan reunidas todas las cualidades que suelen
granjearse el amor. Y, ¿es posible que, a pesar de todas estas prendas,
nosotros, que tan fácilmente nos aficionamos a las criaturas, hayamos sido
hasta aquí tan poco sensibles a la amabilidad y perfecciones del divino
Corazón, que las reúne todas?
Afectos y peticiones
Reconozco, Jesús mío, que vuestro Corazón es la morada de todas las
virtudes y por ellas digno de que todas las criaturas le amen y le ensalcen.
Por lo que a mi toca, yo quiero, Salvador mío, amaros siempre. En lo pasado, he
vivido olvidado de Vos, pero no permitáis que viva del mismo modo en lo
venidero.
¡Hermosas
llamas, que brotáis del amantísimo Corazón de Jesús como de encendidísima
hoguera abrasad también mi Corazón y consumid todos los afectos impuros que le
impiden ser enteramente vuestro! Haced que emplee lo restante de mi vida
únicamente en amaros a Vos solo.
Permitid, Señor, que os ame este Corazón que tantos años
os ha contristado. Sea gloria vuestra mostrar a los Ángeles un Corazón que, de
indiferente y hostil a vuestro amor, se ha convertido en fervoroso discípulo y
amante fidelísimo.
¡Virgen Santísima, esperanza mía, socorredme!
Día Segundo
Corazón amante de Jesús
Es incomprensible el amor que el Corazón de Jesús nos
tiene. Si todos los hombres se uniesen con los Santos y Ángeles para amar con
todas sus fuerzas al Corazón de Jesús, el amor de todos ellos fuera respecto al
del Salvador, como la luz de una pequeña antorcha comparada con la del sol.
Ni a nosotros mismos nos amamos como Él nos ama. Por
nuestro amor se encarnó, vivió pobremente y murió en cruz. Brilla sobre todo
este amor en la institución del Santísimo Sacramento, en el cual, como
anonadado bajo las especies de pan, parece no tener otro anhelo que amar a los
hombres, dándose a ellos en alimento.
Decía un siervo de Dios: “Si algo me hiciese dudar del
misterio de la Eucaristía, sería solo lo extraordinario del amor de Jesucristo.
Al que me preguntara cómo es posible que el pan se convierta en carne, o que un
mismo cuerpo este en muchos lugares le respondería que Dios todo lo puede, más
si uno me preguntara cómo es posible que Dios haya amado tanto al hombre; le contesto,
que no lo entiendo.
Afectos y peticiones
¡Corazón adorable de mi Jesús! ¡Corazón inflamado en
el amor del hombre! ¡Corazón amantísimo de nuestro bien! ¿Cómo es posible que
ellos os desprecien? Pero ¡ay! ¿No he sido yo, como ellos y más que ellos,
ingrato, ofendiéndoos a Vos, Bondad infinita? Ha sido gran falta la mía, Señor,
pero perdonádmela, pues quiero amaros; si amaros quiero a Vos solo, que tanto
me habéis amado.
¡Oh amor de mi Jesús! Vos sois mi amor. ¡Oh llamas del
Corazón de Jesús! Inflamad mi Corazón. De hoy mas no permitáis viva un solo
instante privado de vuestro amor; hacedme morir antes que vuelva el mundo a
presenciar tamaña ingratitud como fuera la mía si, después de las infinitas
gracias, luces y otras muestras de amor de Vos recibidas, me atreviese otra vez
a despreciar y vuestra Amistad.
No lo permitáis, ¡Oh Jesús mío! ¡Oh María!
Infinitamente deseáis ver amado a Jesús. Unidme tan estrechamente con El, que
no me separe más.
Día tercero
Corazón de Jesús deseoso de ser amado
Jesucristo, si bien no necesita vuestro amor, anhela
por el tan vivamente como si el hombre fuese su Dios del amor del hombre
dependiese su felicidad. ¡Como! ¡Todo un Dios desea y pide con tantas
instancias el amor de un gusano, cuando con solo permitirnos amarle nos habría
dispensado un grande beneficio! Un vasallo no se atreve a decir a su principio:
“Yo os amo”.
Los reyes de la tierra no se humillan a decir un
súbdito: “Quiero que me ames”. Y el Rey del cielo pone todo su empeño en que le
amemos, cifra todas sus delicias en nuestro amor y se regocija cuando un alma
le dice y le repite: “Si, yo os amo de todo Corazón”.
Todo esto es efecto del amor inmenso que nos tiene y
por nuestro propio bien. Por efecto de él se compara al pastor, lleno de gozo
por haber encontrado a la oveja descarriada; y al padre, que no solo perdona al
hijo extraviado, si no que estrechamente la abraza.
Tan ardiente es el deseo de ser amado, que al que le
rehusé su Corazón le condena al infierno, y al que se lo ofrezca le promete la
vida eterna. Estas suplicas, amenazas y promesas, ¿No nos forzaran amarle?
Afectos y peticiones
¡Oh Jesús mío! Me mandáis que os ame y me amenazáis,
si no lo hago, con el infierno; más decidme: ¿puede haber suplicio más cruel
que vivir sin amaros? A los mismos condenados se les trocarían sus tormentos en
delicias si con el ardor de las llamas eternas pudiera hermanarse el de vuestra
caridad y, por el contrario, a los bienaventurados les parecería un infierno la
mansión misma de la Gloria si puestos en ella, se viesen privados de vuestro
amor.
Os diré con San Agustín: Bien lo sé, ¡amado Señor mío!
En justo castigo de mis pecados merecería carecer por siempre de vuestra
gracia, sin esperanza de amaros por toda la eternidad; mas al oír que me seguís
intimando el dulce precepto de vuestro amor, quiero obedeceros, y repetir de
hoy en adelante: ¡Dios mío, yo os amos, yo os amo!
Olvidado, los disgustos que hasta aquí os he dado, y
por vuestros meritos haced que os ame, cuanto merecéis, un pecador que tanto os
ha ofendido. ¡Virgen Inmaculada, ayudadme, rogad a Jesús por mí!
Día Cuarto
Corazón dolorido de Jesús
No es posible meditar los Dolores que sufrió el
Corazón de Jesús sin compadecerle. El mismo atestigua que sintió amargura capaz
de hacerle morir de dolor, a no haber contenido el golpe de la muerte un
milagro de la Divinidad.
No eran los tormentos y ultrajes que iba a sufrir en
su Pasión los que de tal modo le atormentaban; lo que más oprimía su Corazón
era la ingratitud de los hombres y los desacatos de que sería objeto en el
Santísimo Sacramento.
¡Oh Dios! ¡De cuantas maneras no le han ofendido los
hombres! Sin embargo, todas esas ofensas no fueron bastantes a impedirnos
dejase esa prueba de su afecto; de modo que el amor que nos tiene parece ser
mayor que el odio que le anima contra el pecado.
¿No son, por ventura, suficientes estos motivos para
obligarnos a amar a un Corazón que tanto nos ama? ¿No ha hecho cuanto estaba en
su mano para cautivar nuestro afecto? ¿Dejaremos, ¡ingratos!, a Jesús abandonado en los templos? ¿No nos
uniremos más bien a las almas devotas, y como ellas haremos, por amor, compañía
a nuestro Dios, que por amor se ha quedado con nosotros?
Afectos y peticiones
¡Oh Jesús,
dueño adorado de mi alma! Ved a vuestros pies al que tan cruelmente ha
desgarrado vuestro Corazón. Y, ¿cómo he podido llenar de tantas amarguras a ese
Corazón que, para manifestarme su amor y conquistar el mío, no ha perdonado
medio ninguno?
Mas consolaos,
Salvador mío; por un efecto de vuestra gracia, tal herida de amor a recibido mi
Corazón, que siente ahora no poder morir de puro dolor, a la vista de tantos
disgustos como os he causado. ¡Quien me diese, Jesús mío, compartir el dolor
que, viviendo en la tierra, tuvisteis por mi pecados!
Eterno Padre, yo os ofrezco ese indecible horror que
experimento vuestro Hijo por mis pecados, y por El mismo os pido
encarecidamente un pesar tan vivo de haberos ofendido, que no tenga limites mi
aflicción, al pensar en los desprecios que os he hecho.
Y Vos, Jesús
mío, haced que deteste de hoy más todos los pecados, aun los más leves, porque
os desagradan a Voz que merecéis un amor infinito. María, Madre Mía, alcanzadme
odio al pecado y amor a vuestro Hijo.
Día
quinto
Corazón
piadoso de Jesús
¿Dónde hallaremos un Corazón más piadoso,
compasivo y tierno que el de Jesús? Su ternura para con nosotros le hizo
bajar del Cielo, y ser el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas. Para
obtener el perdón de nuestras culpas, no se perdonó a Sí mismo, y se sacrificó
el ara de la Cruz, para satisfacer con su muerte el castigo que merecíamos.
Esa misma ternura le hace exclamar: “¿Por qué queréis
condenaros, pobres hijos míos? No desconfiéis; yo no quiero la muerte del
pecador. Siempre que lo queráis, volved a mí y recobrareis la
vida. Revertimini et vivetis”.
La misma ternura le fuerza a decir que es Padre
amoroso, que recibirá al hijo prodigo, le estrechara entre sus brazos y
olvidara sus ofensas. No se conducen así los hombres. Cuando
perdonan una injuria, conservan de ella alguna memoria.
Mas Vos, Jesús mío, no contento con perdonar al que os
ha ultrajado, le convidáis a la celestial Mesa, en que nos dais vuestro propio
Cuerpo, y no sentís repugnancia en abrazar las almas que tantas veces os han
ofendido; y esto lo hacéis, no solo en la vida presente, sino también, y sobre
todo, en la venidera por medio de la gloria eterna.
Afectos
y peticiones
¡Corazón misericordioso de Jesús! Tened compasión de mí
y haced que os repita siempre esta misma suplica. Vos, por pura
misericordia, me habéis conservado la vida y me habéis aguantado todo el tiempo
que me tuvieron lejos de Vos mis pecados, convidándome a penitencia,
brindándome con el perdón de mis culpas e infundiéndome vivo dolor de haberlas
cometido y deseo de amaros en adelante.
Por todo ello puedo creer con fundamento hallarme
ahora en vuestra gracia. Pero seguid, Jesús mío, previniéndome con vuestra
misericordia, Y sea el efecto más precioso de ella comunicarme luz y fuerza
para no recaer en las pasadas iniquidades. Os amo, dulce Jesús mío;
quiero amaros sin cesar; por favor libradme misericordiosamente de la desgracia
de disgustaros en lo venidero. También a Vos, María, Madre mía, os lo pido; no
permitáis que vuelva jamás a separarme de mi Dios.
Día sexto
Corazón de Jesús, prodigo de sus dones
Las almas generosas cifran su gloria en contentar, en
lo posible a todos, y especialmente a los más necesitados y afligidos. Más ּ ¿es posible haya Corazón tan noble y generoso como el
de Jesús? Su bondad infinita le inspira un deseo vehementísimo de franquearnos
todas sus riquezas.
Para hacernos
ricos se hizo pobre, según expresión del Apóstol San Pablo. Para conseguir su
intento ha querido quedarse entre nosotros en el adorable Sacramento de la
Eucaristía, en la cual esta con las manos llenas de gracias, para dispensarlas
con profusión a los que le visitan. Nos da en la comunión su propio cuerpo,
para hacernos comprender que no sabrá negarnos nada el que se da enteramente a
Si mismo.
La liberalidad del Corazón de Jesús nos ofrece todos
los bienes y todas las gracias; a El debemos todas las que hemos recibido, y si
no habéis recibido más abundantes gracias en lo pasado, la culpa-nos dice el
Salvador-, la culpa no es mía, es vuestra, y solo vuestra, por no habérmelas
pedido, o no habérmelas pedido debidamente.
“pedid y recibiréis.” ¡Oh cuan rico, cuan dadivoso,
cuan generoso y prodigo se muestra el Corazón de Jesús para con todos aquellos
que le invocan!
Afectos y peticiones
¡Oh Jesús mío! Después de haberme dado vos
generosamente toda vuestra sangre y vuestra vida, ¿Podré yo rehusaros mi pobre
y mísero Corazón? No, amado Redentor; os lo ofrezco y os lo consagro todo
entero; aceptadle y disponed del como fuere de vuestro agrado.
Por piedad, Dios mío, enseñadme el perfecto olvido de mí
mismo; y ya que vuestra bondad me inspira el deseo del más puro y perfecto
amor, decidme también como he de conseguirlo. Determinado estoy a emprender
todo lo que os agrade; más para ser fiel necesito e imploro vuestro
auxilio.
A vos amantísimo Corazón de Jesús, a Vos toca atraer y cautivar todo el afecto
de este Corazón mío, en otro tiempo tan ingrato. Haced, ¡Oh Salvador mío! Que
así como vuestro Corazón arde por mí en llamas de inextinguible caridad, así se
consuma por voz el mío en aras de la más completa abnegación, de modo que mi
voluntad se conforme enteramente con la vuestra.
¡Oh María, Oh
tierna Madre mía! Os conjuro me alcancéis de la gracia de no querer ni desear
sino lo que Jesús y voz tuviereis por agradable.
Día Séptimo
Corazón agradecido de Jesús
Tal es la gratitud del Corazón de Jesús, que no deja
sin recompensa la más mínima obra, ni el menor buen pensamiento tenido a honra
y Gloria suya, dando siempre el ciento por uno. Los hombres agradecidos
recompensan una sola vez los favores que han recibido, y esto como para
descargarse de la obligación de pensar más en ellos.
No así el
Corazón de Jesús. Todo el bien que hacemos en obsequio suyo, no solo le premia
con el ciento tanto en esta vida, sino soberanamente en la otra por toda la
eternidad.
¿Y es posible que los hombres vivan tan descuidado de
hacer algo para contentar este Sagrado Corazón, dechado de gratitud? ¿Es
posible que le paguen con tanta ingratitud? Aun cuando el Redentor no hubiese
derramado más que una sola gota de sangre o una sola lagrima por nuestra
salvación, deberíamos estarle infinitamente agradecidos.
Más Jesús ha querido padecer por nuestro amor,
sufriendo sin medida, para aplicarnos todas sus penas, sus ignominias, su
sangre y vida y sus meritos infinitos; de modo que es infinita la obligación de
amarle que hemos contraído.
Afectos y peticiones
¡Amado Jesús mío!
A vuestros pies se postra un ingrato, tanto más culpable, cuanto que
agradecido a las criaturas, solo con Vos ha sido insensible y desconocido,
siendo así que con vuestra muerte pusisteis el colmo a todo lo que puede hacer
un Dios para conquistarse el amor de sus criaturas.
Mi esperanza única es vuestro Corazón, infinito en
bondad y misericordia, que ha empeñado su palabra de olvidar las ofensas
recibidas tan luego como el pecador se arrepiente y le pide perdón.
Yo Señor, en lo pasado me he mostrado ingrato con Vos,
pero me arrepiento y os suplico no permitáis que en lo sucesivo me haga reo de
nuevas ingratitudes.
Unidme fuerte y estrechamente con vuestro Corazón, de
modo que no pueda causaros disgusto alguno en lo que me resta de vida. Basta,
Jesús mío, de ofensas; ahora solo quiero amaros. ¡Oh María, Madre mía! No
permitáis que vuelva jamás a cometer nuevas ingratitudes con vuestro divino
Hijo. Rogad a Jesús por mí.
Día Octavo
Corazón de Jesús ultrajado
No puede darse pena mayor para un Corazón que ver
desdeñado su amor; y esta pena es tanto más viva y cruel cuanto mayor fueron
las pruebas de cariño:
Si todos los hombres, renunciando a los bienes del
mundo, fuesen a sepultarse en los desiertos para alimentarse de solas hierbas,
acostarse en el desnudo suelo el desnudo suelo y mortificar su cuerpo con las más
ásperas penitencias; en fin, si diesen su vida por Jesucristo,
¿Podrían con esto compensar las penas, la sangre, la
vida del Hijo de Dios, sacrificado por nosotros? Aunque tuviésemos mil vidas y
las sacrificásemos todas por Jesús, poco seria este sacrificio para
corresponder debidamente al amor que nos manifestó El solo con la institución
del Santísimo sacramento.
¡Esconderse un Dios bajo las especies de pan para
darse en alimento a sus criaturas! Sin embargo, ¿qué muestras de agradecimiento
dan los hombres a Jesús? Desprecios y ultrajes, injurias tales, que tendrían
por crueldad hecha a sus enemigos. ¿Podemos fijar nuestra atención en los
desacatos de que es blanco el Corazón de Jesús, sin sentirnos dominados de la más
Honda pena?
Afectos y peticiones
¡Oh Corazón de
Jesús, Fuente inagotable de misericordia y amor! ¡Como al ver vuestras finezas
y mi ingratitud no muero de dolor! ¡Me disteis el ser, me disteis vuestra
sangre y vuestra vida, sacrificándola por mí en la cruz: no contento con aquel
sacrificio, instituisteis la Eucaristía, para renovarlo todos los días en favor
mío! ¡Dios mío! ¡Cómo es posible no muera de confusión al verme tan ingrato!
Desterrad para siempre de mi Corazón esta negra
ingratitud. Si el conocerme desde la eternidad tan indigno y tan ingrato no os
impidió que me amaseis, ¿podré dudar de vuestro amor ahora que mi único deseo
es amaros y ser amado Vos? Esta aspiración mía, mejor diré, vuestra, pues que
de Voz procede, haced que se cumpla prontamente, y que sea el día de hoy el de
mi total conversión y perpetua entrega a vuestro santo amor. ¡Oh María!
Interponed con este fin en favor mío vuestras oraciones; vuestro Hijo se
complace en agradaros.
Día novena
Corazón de Jesús fidelísimo
¡Oh cuan grandes la fidelidad del Corazón de Jesús!
Por muchas y grandes que sean es imposible que viole sus promesas. La fidelidad
del Corazón de Jesús nos da fundamento para esperarlo todo, aunque nada hayamos
merecido.
Si en otro tiempo le hemos desechado, abrámosle ahora
las puertas de nuestro Corazón, y entrara en él, que así nos lo tiene
ofrecido. Si deseamos gracias, pidámoslas
a Dios en nombre de su Hijo. Nos ha
prometido que las obtendremos.
En las tentaciones, confiemos en los meritos del
Redentor, que no permitirá que los enemigos nos tienten más allá de lo que
puedan sobrellevar nuestras fuerzas. ¡Cuanto mejor es tratar con Dios que no
con los hombres! Estos, o porque fingen,
o porque se atraviesan circunstancias imprevistas, quebrantan sus promesas.
El Señor,
nunca. Dios no puede ser infiel a sus promesas, porque siendo Verdad por
esencia no puede engañarnos ni engañarse. Nos ha prometido un refugio en su
Corazón, y nos lo dará.
¡Ah! ¡Si según esta inviolable fidelidad del Salvador
hubiera sido la nuestra! ¡Cuántas veces, después de jurarle fidelidad, hemos
abandonado su servicio, pasándonos al de sus enemigos! Pidámosle fuerzas para
ser fieles en adelante.
Afectos y peticiones
¡Amado Salvador mío! ¡Qué diferencia entre vuestro
Corazón y el mío, entre vuestra fidelidad y mi triste inconstancia! Vos siempre
fiel, y yo, ¡cuántas veces he merecido nota de traidor! Desde ahora os
reconozco a Vos solo por el sumo bien, digno de infinito amor, y os reconozco en
particular por mi amantísimo bienhechor, que, olvidando mis ofensas me ha
tratado con no merecida predilección.
¡Ay de mí! si
llegaste a condenarme, lo más espantoso del Infierno para mi seria el
inolvidable, aunque vano recuerdo de la excepcional benevolencia con que me
favorecisteis. Alejad de mí ese insoportable tormento.
Tened piedad de vuestro siervo, y no permitáis que,
traidor otra vez como lo fui en el pasado, llegue por fin a parar en el
Infierno. ¡Oh tiernísimo, Oh fidelísimo Corazón de Jesús! Comunicad a mi pobre
Corazón vuestros ardores, y haced que persevere en vuestro amor.
Esta gracia os pido, y juntamente la de no cesar de
pedírosla y morir antes que volver a ser infiel. Ayudadme ¡Oh María! A
mostrarme fiel en el servicio de vuestro Hijo. Amén.
ACTO DE OFRECIMIENTO
AL SAGRADO CORAZON DE JESUS
¡Oh amabilísimo Jesús mío! Yo, N.N. con el fin de
daros testimonio de mi reconocimiento y reparar mis infidelidades, os doy mi
corazón, me entrego enteramente a Vos, y propongo, con vuestro divino auxilio,
no volver más a ofenderos.
Trescientos días de indulgencia cada vez,
haciendo esta consagración ante una imagen de Sagrado Corazón; plenaria al mes,
con las condiciones acostumbrada, rezándola todos los días. [Preces el pía opera…,n.228.]
ORACION AL CORAZONAGONIZANTE DE JESUS
POR LAS PERSONAS QUE EN TODO EL MUNDO AGONIZAN Y
MUEREN CADA DIA
¡Oh misericordiosísimo Jesús, abrasado es amor de las
almas! Os suplico, por la agonía de vuestro Santísimo Corazón y por los Dolores
de vuestra Purísima Madre, que lavéis con vuestra sangre a todos los pecadores
de la tierra que están ahora en la agonía y tienen que morir hoy. Amén.
Corazón agonizantes de Jesús, tened misericordia de
los moribundos.
Trescientos días de indulgencia por cada
vez. Una plenaria al mes, rezándola en el tres veces cada día y a diferentes
horas (Pió IX) [Preces et pía opera..n.625]
FORMULA DE CONSAGRACION
PRESCRITA POR SU SANTIDAD PIO IX
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos
humildemente postrados delante de vuestro altar: vuestros somos y vuestros
queremos ser: y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y
cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo
Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido: muchos,
despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!
Compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón
Santísimo.
¡Oh Señor! Sed Rey, no solo de los hijos fieles que
jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han
abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, porque no perezcan de
hambre y de miseria.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por
espíritu de Discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al Puerto de la
verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebano bajo
un solo Pastor.
Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las
tinieblas de la idolatría o del Islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz
de vuestro reino. Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de
aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto; descienda también sobre
ellos, bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra si
reclamaron.
Conceded, ¡Oh Señor! Incolumidad y libertad segura a
vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced
que del uno al otro con fin de la tierra no resuene sino esta voz: Alabado sea
el Corazón divino, causa de nuestra salud; a Él se entonen cánticos de honor y
de gloria por los siglos de los siglos. Así
sea.
Indulgencia de cinco años. Plenaria una vez
al mes, si se ha hecho todos los días y previa al mes, si se ha hecho todos los
días y previa la confesión. Comunión y, visita de una iglesia. [ Preces et pía
opera..n.253.]
LETANIAS
DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS
(Aprobadas por
la Sagrada congregación de Ritos)
Señor, tened piedad de nosotros.
Jesucristo, tened piedad de nosotros.
Señor, tened piedad de nosotros.
Jesucristo, oídnos.
Jesucristo, escuchadnos.
Dios Padre celestial………………(TENED PIEDAD DE NOSOTROS)
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, sois un solo Dios,
Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno,
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en las
entrañas
De la Virgen Madre,
Corazón de Jesús, unido substancialmente al Verbo
divino,
Corazón de Jesús de majestad infinita,
Corazón de Jesús, Santuario de la Divinidad,
Corazón de Jesús, Tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, Casa de Dios y puerta del Cielo,
Corazón de Jesús, horno encendido de caridad,
Corazón de Jesús, receptáculo de justicia y amor,
Corazón de Jesús, lleno de amor y de bondad,
Corazón de Jesús abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en que residen todos los tesoros de
sabiduría
Y ciencia,
Corazón de Jesús, en que habita toda plenitud de la
divinidad,
Corazón de
Jesús, objeto de las complacencias del Padre,
Corazón de Jesús, de cuya abundancia todos recibimos, (TENED PIEDAD DE NOSOTROS)
Corazón de Jesús, deseado de los collados eternos,
Corazón de Jesús, paciente y misericordiosísimo,
Corazón de Jesús, rico para todos los que os invocan,
Corazón de Jesús, Fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación de nuestros pecados,
Corazón de Jesús, saciado de oprobios,
Corazón de Jesús, rasgado de dolor por nuestras
culpas,
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, traspasado con la lanza,
Corazón de Jesús, fuente de todo Consuelo,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, nuestra paz y nuestra
reconciliación,
Corazón de Jesús víctima de los pecados,
Corazón de Jesús, salud de los que en Vos esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Vos mueren,
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos………………………
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo, atendednos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo, tened piedad de
nosotros.
Jesucristo, oídnos.
Jesucristo, escúchanos.
V. Jesús, dulce y humilde de Corazón.
R. Haced nuestro Corazón semejante al
vuestro.
Oración
Omnipotente y eterno Dios, mirad el Corazón de vuestro
amabilísimo Hijo, ved las satisfacciones que hoy os ofrece por los pecadores,
escuchad las alabanzas que os tributa en nombre de ellos; y aplacado por El,
conceded perdón a los que os imploran, por el mismo Jesucristo vuestro Hijo,
que con Vos vive y reina en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén.
Siete
años de indulgencia cada vez. Plenaria al mes, con las condiciones
acostumbradas, si se ha rezado las letanías, versículo y oración todos los
días. [Preces et pía opera…, 11. 213]
Acto de desagravio al Corazón Eucarístico de Jesús
¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, hoguera de caridad,
abismo de misericordia, piélago de gracias infinitas y manantial copiosísimo de
donde fluyeron todos los sacramentos, y singularmente este Sacramento de amor! ¡Quién
me diera. Señor, penetrar los latidos de ese adorable Corazón, oculto bajo los
velos eucarísticos, y ver al descubierto los sentimientos dolorosos que lo
desgarran en presencia del olvido, de la ingratitud y de la dureza de los
hombres!
Porque ¡Oh Jesús mío! ¿Cómo han respondido los hombres
a tanta bondad? ¿Cómo han pagado, Señor, esta última fineza de vuestro amor? ¡Ay
de mí!, que la mayor parte de ellos, el linaje humano en su inmensa mayoría, ha
contrapuesto crímenes y más crímenes a tan inefable beneficio; os han
desconocido , os han olvidado, os han menospreciado, y no cesan de llenar la
medida de sus iniquidades con nuevos y más sangrientos ultrajes.
Los hombres ya no quieren conoceros, no quieren
amaros; vuestra ley es despreciada cada día, vuestra voluntad postergada a cada
momento; quieren borrar hasta la memoria de vuestro nombre. Y ¿será necesario recordar los horrendos
atentados, las infames blasfemias, los tratamientos indignos de que asido
victima vuestro Corazón en este sacramento?
Hombres impíos, herejes rabiosos ha habido que, no
contentos con haceros blanco de sus burlas y sarcasmos, han profanado de la
manera más horrorosa este soberano Misterio; han arrebatado con su sacrílegas
manos las Sagradas Hostias, las han desgarrado rabiosamente con la punta del
puñal, las han hollado con sus pies, las han arrojado al fuego, al agua y al lodo, haciéndolas
objeto de los mayores horrores.
¡Oh Dios ultrajado! ¡Oh Corazón eucarístico de Jesús,
tan vilmente ofendido! En presencia de tan negra ingratitud, nosotros, de
quienes en vuestra misericordia os habéis dignado acordaros, si no os amamos
cuanto merece vuestra ternura, si en lo pasado hicimos causa común con vuestros
enemigos, ahora bien veis que estamos pesarosos de nuestras culpas, y que
deseamos amaros con ardor.
Permitid,
Redentor divino, permitid que nos lleguemos a vuestra amorosa presencia, y que,
postrados y humillados profundamente a vuestros sagrados pies, y cubierto de
confusión nuestro rostro, os pidamos perdón por tantos ultrajes como recibe
vuestro Corazón en el Sacramento de vuestro amor.
Lleguen a Vos
nuestras voces, y suba hasta ese trono eucarístico el doloroso grito de
expiación y arrepentimiento que el pesar arranca de nuestro contrito Corazón.
Por mis pecados, por los de nuestros Padres, hermanos
y amigos (Perdón
Señor, perdón)
Por los perjurios y sacrilegios
Por los odios y rencores,
Por las horrorosas blasfemias,
Por las profanaciones de los días Santos,
Por las deshonestidades y escándalos,
Por las negligencias y malos ejemplos de los padres,
Por las desobediencias y desordenes de los hijos, (Perdón Señor, perdón)
Por los atentados cometidos contra la iglesia,
Por las persecuciones y calumnias contra vuestros
ministros,
Por los crímenes de la prensa impía,
Por las maquinaciones de tenebrosas sectas,
(Perdón Señor, perdón)
Por los insultos hechos a vuestras imagines,
Por la profanación de los templos,
Por el abuso de los Sacramentos,
Por las comuniones sacrílegas,
Por los horrendos ultrajes cometidos con las Sagradas
Hostias,
Por los justos que vacilan,
Por los pecadores que resisten a la gracia,
Por los infelices que agonizan,
¡Oh Señor nuestro Jesucristo, que habéis querido
quedaros con nosotros en el admirable Sacramento del Altar, para dar a vuestro
Eterno Padre una gloria sin límites y a nosotros el dulcísimo alimento de la
vida inmortal!
Concedednos llorar con un Corazón verdaderamente
contrito tantas injurias como recibís en este adorable Misterio, e inflamad
nuestros corazones en el más ardiente celo, a fin de reparar dignamente tantos
oprobios a que os exponéis por amor de las almas fieles, Vos que vivís y
reináis con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos Amén.