"POR LA CONVERSION DE LOS INFIELES"
¡Dios te salve, María, Virgen y Madre de Dios! Aunque miserable pecador, vengo con la mayor confianza a postrarme a vuestros pies santísimos, bien persuadido de ser por ti socorrido de que eres la que, con tu gracia y protección poderosa, alcanzas al género humano todas las gracias del Señor. Y si estas suplicas no bastaran pongo por medianeros y abogados a los nueve coros de los Ángeles, a los Patriarcas, y Profetas, a los Apóstoles y Evangelistas, a los Mártires, Pontífices y Confesores; a las Vírgenes y Viudas; a todos los Santos del Cielo en especial al Cura de Ars, Santa Filomena, San Francisco de Asís, San Benito y justos de la tierra. Cuiden de esta página y de lo que aquí se publica para el beneficio de los fieles de la Iglesia Católica; con el único fin de propagar la fe. Que, esta página sea, Para Mayor Gloria de Dios.
martes, 29 de septiembre de 2009
LA PACIENCIA POR SAN ANTONIO MA. CLARET
Cristiano en este valle de lagrimas y penas, eres un desterrado; he aquí por que la paciencia te es tan esencial como el pan de que te alimentas. ¿La quieres de veras? Yo te la prometo con tal que practiques los avisos siguientes:
1.º Estando enfadado, calla. Ninguna acción has de hacer, ni proferir palabra arrebatado de ira, porque después no solo te pesaría de ello, sino que quizá, serian ya irremediables los males que con tus arrebatos hubieses causado.
2.º Acuérdate que si Dios te hubiera quitado la vida cuando pecaste la primera vez, ahora arderías ya en los infiernos, padeciendo allí mucho más que ahora aquí y si te dieran a escoger entre lo que ahora padeces y lo que allí padecieras, ¿no preferirías esto a lo del infierno? Pues entonces, hazte cargo de que Dios conmuta en estas penas las que allí deberías padecer.
3.º Levanta tu consideración al cielo y mira cuanta es la gloria que allí te aguarda si sufres con paciencia; no pueden compararse las penas de esta vida con la gloria y galardón que por ellas te dará Dios después; y has de saber que, como dice San Gregorio, nadie puede llegar a los grandes premios del cielo sino por el camino de grandes trabajos; y estos trabajos han de sufrirse con paciencia y en gracia; de lo contrario nada sirven para ir al cielo.
4.º Piensa que nadie será coronado de gloria sin haber sufrido con paciencia y gracia de suerte que San Juan vio que todos los Santos del cielo llevaban palmas, que son el símbolo del martirio o paciencia con que habían sufrido las penas de esta vida. Lee las vidas de los Santos y Santas, las de Jesús y María, y veras con que paciencia sufrieron las calumnias, persecuciones, privaciones y toda clase de tormentos, a pesar de ser inocentes; y tu miserable pecador, que años ha deberías arder en los infiernos, ¿no sufrirás?
5.º ¿No bastan estos ejemplos para aquietarte? Pues voy a poner otro delante de tus ojos que Creo te moverá: ven conmigo, vamos al Calvario... ¿Ves aquellos dos que están al lado de Jesús? Pues son dos ladrones: ambos padecen una misma clase de penas; ambos están allí ajusticiados; pero, ¡qué fin tan distinto el de uno y otro! El un pasa del suplicio al paraíso, y el otro de la cruz al infierno; ¿y por qué? Porque este se desespera impaciente, al paso que el otro sufre su condena con paciencia. Entiende, pues, que todos los hombres llevan su cruz en este mundo, pero con esta diferencia: que el que la lleva con paciencia, gracia y humildad, persuadido que por sus pecados merece aquello y mucho mas ira al cielo con el buen ladrón; mas el que la lleve blasfemando y desesperando, ira con el mal ladrón por una eternidad a los infiernos.
6.º La virtud de la paciencia la alcanzaras pidiéndola con humildad a Jesús y a María Santísima, rezándoles a este fin todos los días por la mañana un Padrenuestro y tres Avemarías. En los trabajos dirás con frecuencia: Jesús mío, asistidme; Virgen santísima, ayudadme; sea por amor de Dios, sea en descuento y satisfacción de mis pecados. A la noche examina si has faltado entre día, y , si hallas haber faltado, di tantas Avemarías cuantas fueren las faltas.
martes, 22 de septiembre de 2009
LA MORTIFICACIÓN DEL AMOR PROPIO Y DE LA PROPIA VOLUNTAD POR SAN ANTONIO MA. CLARET
Hablando el venerable Blosio de la mortificación de la voluntad, dice que a Dios no se le puede ofrecer sacrificio más agradable que el de la propia voluntad; y en otra parte dice que quien mortifica la propia voluntad para hacer la de otros, para la gloria o por amor de Dios, agrada mas al Señor que si ayunase mucho tiempo a pan y agua y que si rigurosamente se macerase con disciplinas. Y, al contrario, es tanto el mal que causa al alma la propia voluntad no mortificada, que dice San Bernardo que no habría infierno si no hubiese voluntad propia.
La mortificación de la propia voluntad se ha de ejercitar en los casos siguientes:
1.º Averiguar o poner gran cuidado en saber cual sea la voluntad de Dios en cada obra que se ha de hacer.
2.º Pedir a Dios esta mortificación, desconfiando de si poniendo en El la confianza pensando que todo se puede con su santa gracia.
3.º Decir con frecuencia estas jaculatorias u otras semejantes: Dios mío, ¿que quieres que haga? Enséñame, Señor, a negar mi propia voluntad y hacer la tuya. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. No quiero, Dios mío, sino lo que tú quieres. Haz en mi señor lo que te plazca.
4.º Procurar hacer la voluntad de los otros, más bien que la propia, en aquellas cosas indiferentes que pueden hacerse o dejarse de hacer lícitamente, o hacerse de este o del otro modo, sujetándose a todos por amor de Dios. Esta santa practica es de gran provecho, por ir acompañados los actos de propia sujeción de las otras virtudes, y si con cuidado se aprovechan las ocasiones que muy a menudo se nos presentan, se agradara mucho a Dios y se correrá muy velozmente por el camino de la perfección. En esto faltan muchas personas que son reputadas por espirituales y amantes de la perfección, y en realidad lo son muy poco; excelentes y muy buenas mientras puedan hacer lo que quieran y del modo que quieran, sin la menor sujeción o contradicción; pero hacedles un poco de resistencia, contraria su voluntad, y vereislas al momento echar chispas de fuego, palabras picantes, manifestar con ceño su enojo, dispuestas a los arrebatos, y mas fáciles de encenderse en cólera al primer encuentro que un fosforo al roce de un objeto áspero. A estos puede aplicárseles aquel dicho que tanto les cuadra: santos en plaza y diablos en casa; porque son inaguantables, por donde se ganan ni por donde se pierden. ¡Infelices!
5.º Ejercitarse en hacer muchos actos contrarios a la propia voluntad, no solo en aquellas cosas a que viciosamente se halla inclinada la voluntad o se desean, sino también en las indiferentes a que se tiene alguna afición, y esto, con toda propiedad, es negarse a sí mismo.
6.º Procurar en todo ponerse por modelo a Jesucristo, fijando dentro de su Corazón un gran deseo de ser humillado y despreciado de todos, y, por lo mismo, huir de los oficios de autoridad y honra, y abrazar los despreciables y viles. No referir jamás cosa alguna que ceda en propia alabanza, a no obligar a ello la gloria de Dios y provecho del prójimo. Al ser reprendido, aun cuando se halle inocente, callar y no excusarse, ofreciendo todo a Dios, y considerando que los pecados propios, actuales o pasados, merecen esto y mucho mas, y en todo ello no apetecer ser tenido por humilde y virtuoso, sino por culpado e imperfecto.
7.º Tener una voluntad pronta y determinada para hacer, no solo lo que los superiores mandan, sino también lo que se conozca que quieren, sin esperar que lo manifiesten o lo manden.
8.º Arrancar del corazón toda afición a las cosas criadas, de suerte que no se ame sino a Dios o por Dios. Este desprendimiento de las cosas criadas es utilísimo para adelantar en la perfección. Por lo tanto, se ha de poner gran cuidado en no aficionarse a cosa alguna por pequeña y vil que sea, porque a veces estas cosas ocupan el corazón tanto más que las grandes y que las de mucho precio, brillo y raras. De aquí se sigue que, al momento de sentirse uno aficionado a tales cosillas o pequeñeces, es indispensable privarse de ellas antes que se le pegue el corazón, porque toda afición desordenada a las criaturas cierra la puerta al amor de Dios y la abre al amor propio; teniendo entendido que cuanto se posee o usa en este mundo, se ha de tener sin afición o apego, estando siempre dispuestos a dejarlo todo cuando siempre dispuestos a dejarlo todo cuando se estime conveniente, y no apreciar nada sino en cuanto es útil para servir a Dios.
9.º Abrazar los trabajos, penas, injurias, afrentas y oprobios con entera resignación a la voluntad de Dios, y caminar a la perfección, lo cual se ha de hacer de las cuatro maneras siguientes:
1) Sufrir con paciencia las cosas, por arduras y difíciles que sean, conforme a lo de san Pablo, que dice: in tribulatione patientes ( sufridos en la tribulación)
2)Sufrir no solo con paciencia, sino dando gracias al Señor por el beneficio que nos dispensa haciéndonos gustar el cáliz que El se reservo para Sí y para sus mas escogidos amigos.
3) Sufrir no solo con paciencia y hacimiento de gracias, sino también con alegría, a imitación de los Apóstoles, de quienes se lee que salían alegres de la presencia de los tribunales, por haber tenido la dicha de padecer desprecios por el nombre de Jesús.
4)Sufrir no solo con paciencia, hacimiento de gracias y alegría, sino también con deseos de padecer mas y mas por amor de Jesucristo, a imitación suya; el cual, estando clavado en la Cruz, con tantas amarguras, desprecios y penas de muerte, aun se abrasaba en sed de padecer mas. Y en los que con toda la verdad aman a Dios, a proporción de lo vivo que es el amor es también vehemente el deseo de padecer, reputando por glorias las adversidades, como de si mismo asegura San Pablo: lejos de mi gloriarme en otra cosa que en la Cruz de mi Señor Jesucristo.
Aquí tienes, ¡Oh cristiano muy amado! lo que has de hacer si quieres seguir a Jesucristo; te has de negar a ti mismo, tomar la Cruz e ir en pos de Él; quien esto no practique, jamás será perfecto. Aun cuando nuestra naturaleza lo repugne, es indispensable resolverse a ello. Pero ¡que dolor!, todo se hace menos esto. Jesucristo tiene muchos que le siguen al Tabor; pero al Calvario, ¡cuán raros! Quiero decir, que cuando envía prosperidad y glorias, todos son amigos de Dios; pero enviando enfermedades, desgracias u otros males, entonces le vuelven la espalda. No seas tú del numero de estos, sino toma lo que te de Si te envía prosperidad, dale continuamente gracias, admirando su bondad; y si te prueba con desgracias, confórmate con su voluntad, creyendo que esto te conviene y que El padeció mas aun por ti sin merecerlo, y de esta suerte podrás llegar por fin a la gloria celestial, que de veras te deseo. Amén.
martes, 8 de septiembre de 2009
MORTIFICACIÓN DE LA MEMORIA POR SAN ANTONIO MA. CLARET
La memoria hace de mortificar en las cosas siguientes:
1ª Refrenar los pensamientos viciosos y procurar olvidar los agravios que nos haya hecho nuestro prójimo; hacer lo mismo con las cosas lascivas que se hayan visto u oído, y cualquier otra cosa mala que venga a la memoria.
2ª Cerrar la puerta a todos los pensamientos vanos e inútiles, que llenan el alma de imaginaciones e impiden la atención en la oración.
3ª No dar lugar a los pensamientos, por buenos que sean, si vienen fuera de tiempo, como, por ejemplo, en la oración, Misa y demás devociones, si no son conformes a estas mismas obras. Y para que la memoria este bien ocupada constantemente, no hay como ejercitarse en estar siempre en la presencia de Dios.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
MORTIFICACIÓN DEL ENTENDIMIENTO POR SAN ANTONIO MA. CLARET
Es el entendimiento la raíz de cuanto bueno y malo hay en el hombre. Grande Sacrificio hace a Dios el que le rinde su propio entendimiento o Juicio, con especialidad en los casos siguientes:
1.º En apartar o vencer la desidia o negligencia, en saber las cosas de su obligación, las que cada uno debe saber perfectamente para no incurrir en la indignación y reprobación de Dios, según dice el Apóstol con estas palabras: El que ignora, será ignorado.
2.º En Sujetar el propio parecer o juicio al de los superiores, juzgando acertado lo que ellos mandan, y obedeciendo siempre, si lo mandado no es contra la ley de Dios.
3.º En Sujetar el propio juicio o parecer al de otro, aun cuando este no sea tan sabio ni superior, a no ser en cosas malas, porque en este caso ni puede ni debe sujetarlo; pero fuera de este caso, procurar no disputar ni porfiar, sino condescender, porque la condescendencia, como dice san Francisco de Sales, es hija de la caridad, y engendra y nutre la paz y el amor en las familias y entre los demás prójimos.
4.º En mortificar los deseos de saber cosas dañosas e inútiles, ora sea de lo que enseñan los libros prohibidos, ora de lo que hablan las personas murmuradoras que tienen gusto de contar vidas ajenas o lo que pasa en las casas o en la población.
5.º No juzgar las obras ni palabras ajenas, a no ser qué a ello obligue el oficio de superior, porque este debe velar o sospechar sobre lo que dicen, hacen o pueden hacer las personas que le están sujetas, o para corregirlas si han hecho o hablado mal, o para prevenir el mal e impedirlo; pero en cuanto a los demás, juzgar siempre de ellos lo mejor que se pueda, y en las cosas evidentemente malas, juzgar siempre con piedad, pensando que nosotros hartos defectos tenemos, y que, si nos hallásemos en el caso del prójimo y Dios no nos detuviese, seriamos peores que el.