1.- has de procurar mortificar el oído no escuchando jamás cuentos impuros, conversaciones ni canciones deshonestas que, como dice San Pablo, corrompen las buenas costumbres, y que por desgracia, tanto abundan en nuestros infelices días. De estos deshonestos y mal hablados se sirve el demonio como de anzuelo para pescar las almas, o cual cazador de pájaros, de reclamo para recoger la inocentes e incautas avecillas. ¡Oh, a cuantos y a cuantas se les oye exclamar todos los días: <
2.- También te guardaras de escuchar murmuraciones, defectos de personas y de cosas del mundo, las que, aun cuando no te causaren otro daño, a lo menos te llenaran la cabeza de mil y mil cosas impertinentes que, viniendo de tropel en tiempo de oración, Misa y demás devociones, te inquietaran y distraerán hasta lo sumo. Cuando te halles entre los que así hablan procura si puedes, distraerlos, mudando de conversación o haciéndoles alguna pregunta útil: y si esta estratagema no surtiere el efecto deseado, márchate si puedes y si no, con un semblante serio y severo dales a entender que tales conversaciones no merecen tu aprobación; y no dudes se corregirán, por que dice el Espíritu Santo: El viento cierzo disipa las nubes, y la cara triste reprime la lengua del murmurador.
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