"POR LA CONVERSION DE LOS INFIELES"

¡Dios te salve, María, Virgen y Madre de Dios! Aunque miserable pecador, vengo con la mayor confianza a postrarme a vuestros pies santísimos, bien persuadido de ser por ti socorrido de que eres la que, con tu gracia y protección poderosa, alcanzas al género humano todas las gracias del Señor. Y si estas suplicas no bastaran pongo por medianeros y abogados a los nueve coros de los Ángeles, a los Patriarcas, y Profetas, a los Apóstoles y Evangelistas, a los Mártires, Pontífices y Confesores; a las Vírgenes y Viudas; a todos los Santos del Cielo en especial al Cura de Ars, Santa Filomena, San Francisco de Asís, San Benito y justos de la tierra. Cuiden de esta página y de lo que aquí se publica para el beneficio de los fieles de la Iglesia Católica; con el único fin de propagar la fe. Que, esta página sea, Para Mayor Gloria de Dios.

martes, 6 de octubre de 2009

Jesus Rey del Amor por el R.P. Mateo Crawley-Boevey


VIDA DE FE

Señor, creo, pero aumenta mi fe (1)
Necesidad de la fe.
Esta es una base indispensable.
La fe es el fundamento de toda vida espiritual y apostólica. En efecto, no es posible persuadir sin estar persuadido, ni convencer sin estar convencido.

Y ¿dónde encontrar dicha persuasión y convicción sino en una fe vivísima?
¿Quién llevará a las almas esa convicción profunda, victoriosa?

Aquel y solo aquel que se acerca a Jesucristo, y a quien Jesucristo instruye e ilumina, aquel y solo aquel que, acercándose con sencillez e intimidad a Jesucristo, llega a conocerle, y no de una manera vulgar y superficial, sino con un conocimiento sobrenatural, con verdadera profundidad; aquel y solo aquel que, en esa dichosa intimidad, anhelada y buscada, ha recibido, como don del sagrado corazón, la revelación de su amor y de sus secretos.

El único convencido es aquel que vive de aquella luz, que es el Maestro mismo, que dijo: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida "(2)
La luz sustancial es El, porque sólo El es la sabiduría de Dios.

Lo que llamamos sabiduría las criaturas, ¡ay! no es sino locura y tinieblas, a no ser que, como en los Santos, dicha sabiduría sea luz prendida en el Sol divino, que es Cristo-Jesús.
Por desgracia, no es esta, ordinariamente, nuestra sabiduría, sino la de la tierra. ¡de ahí que seamos calculadores, razonadores con exceso en lo que no deberíamos serlo! En el orden sobrenatural, ¡a cuántos nos sobra la cabeza y nos falta el sentido divino, luminoso de las cosas celestiales!

No olvidemos jamás: la sabiduría sublime y única es la de nuestra fe. Nadie más clarividente y mejor iluminado que el Santo, que lo ve todo y lo comprende todo en Dios, luz indefectible.
A la verdad, nos sobran pensadores según el mundo: ¡ah!, no serán éstos los que nos den las soluciones graves, urgentes que la sociedad actual reclama. Tenemos plétora de esta casta que se cree culta y se llama intelectual, pero cuya fe es lánguida...; por esto son falaces sus pensamientos, huecas y vacías de virtud sus teorías, infecundas sus obras.

¿Sabes lo que nos falta para despertar al mundo moderno a una vida más sana más feliz? No tantos hombres de universidad, ni de academia, sino almas potentes en la fe, almas santas, impregnadas en la verdadera luz, creyentes de fe sencilla y robusta, verdaderos gigantes del espíritu y de la vida sobrenatural.

Un cura de Ars y una Teresita del Niño Jesús han hecho más bien a la Humanidad que todos los intelectuales y genios de todos los siglos. Y ¿sabes por qué? Porque los santos, al participar íntimamente de la luz de Dios, que es Jesucristo, lo irradian en forma maravillosa. Y fuera de Jesucristo no ha sino error, tinieblas y mentira con todas sus fatales consecuencias.

Es esta mi intima convicción, y de ahí mi estilo, tan sencillo como afirmativo. En este orden no discuto, afirmo categóricamente, apoyándome sobre Jesucristo, piedra angular (3), verdad suprema.

Insisto: Nos hace falta más vida de fe, pero de fe ardorosa y práctica, fe traducida en obras.
Y más: El apóstol, sobre todo, debe no sólo cultivar su fe, sino vivir de un gran espíritu de fe. Con él se ve a Dios y se le conoce, porque nos lo revela Jesucristo mismo, según aquella su palabra: Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo habrá querido revelarlo (4).

Nos es indispensable este espíritu de fe para penetrar en el Corazón de Jesús, en su verdadera intimidad. Cuántas almas, detenidas en el dintel de este abismo divino, que no conocen al Jesús auténtico del Evangelio ni las magnificencias de su Amor sólo por falta de fe viva, clave de este santuario, El Santo de los Santos... Si como lo lanza de Longinos hemos rasgado el pecho adorable, reparemos ahora nuestro desacato, penetrado por una fe vivísima en las profundidades de esa herida, Sol de fuego y de luz.

Apóstoles del Rey de Amor, hagamos grande y feliz el mundo, arrojándolo, conquistado y convertido, a sus plantas divinas. "Servirle, dijo San Pablo, es reinar "(5) Y yo añado, más que reinar.

Pero antes de conquistar la tierra, tendremos nosotros que conquistar el Corazón del Maestro, adueñarnos de sus tesoros, y esto no será jamás una realidad sino en la medida en que avancemos por este camino, la fe ira transformando nuestra vida.

Que distinta es ésta desde el momento en que no queremos ver en ella sino a Dios, y en Dios todo lo demás: sufrimientos, acontecimientos, vaivenes... Por el hecho mismo, el enigma penoso de la vida se desvanece en esta gran luz, y anegados en ella, todo lo vemos claro, preciso, divinamente ordenado... De ahí nuestra paz, inalterable.

Esta revelación de Dios y del misterio de la vida, nos la hace Jesucristo a medida que nos transforma en El la oración. El que sabe orar, sabe, seguramente, mas en el orden divino, aunque sea un niño sencillo campesino, que el letrado entre los letrados. Ignorara aquél los secretos de la electricidad, pero conocerá con maravillosa penetración los secretos de Dios y de las almas, lo que es infinitamente más.

Oigo un día en Lourdes a un pobre campesino no hacer el comentario de un sermón mío sobre el Rey de Amor y el Amigo de Betania... Diserta con una solidez de doctrina, con una penetración y con una elocuencia avasalladoras, como jamás he oído a ningún maestro en teología. Y es un campesino... Ahí esta calzado con unos burdos zuecos, vestido con una blusa; pero insisto: es todo un doctor en dogma... Le oigo disertar sobre la Persona adorable de Nuestro Señor, durante varias horas, con profundidad dogmatica, con pleno domino de la materia, como si fuera un gran maestro. Mas que asombrado, atónito, quiero cogerle en una trampa: ¿no he de poder conservar por escrito tan maravillosa disertación?

Como quien no quiere, pues sigo su amistad, y para conservarla deseo establecer una relación epistolar con el; le pido, le ruego que me escriba con frecuencia y muy largo, pero que sus cartas no traten mas asunto que del Rey de Amor y del Amigo del hogar. Y como con mi insistencia quiero arrancarle la promesa formal de que lo hará rompe en una carcajada, y me dice: ¿Yo escribiré , Padre, Yo?... ¡Si yo no sé leer ni escribir!

Y como me ve perplejo y aun desconfiado, oíd su razonamiento: ¿Que de donde he aprendido, Padre, todo esto?... Pues se lo dice en el acto. Si usted celebra la santa Misa cada mañana, yo comulgo también todos los días... Ya ve usted, Padre: los dos tenemos el mismo Sol, el mismo Maestro: ¡Jesús! Si, pues, yo veo y usted no ve la culpa no es del Sol y de Maestro, ¡sino suya!
¿Oye? Tenemos todos el Sol a un paso, el Maestro divino a la mano; si ese pobrecito analfabeto sabe, ve, conoce, y nosotros, tan cultos y educados, no vemos ni penetramos en l Corazón de Jesús..., la culpa no es del Sol, sino de nuestra falta de intimidad con el Maestro.

¿Quien le conoce a Este? ¿El famoso doctor, el notable pensador, el gran bibliotecario, erudito y sabio? ¡No siempre! ¿Quien le conoce? Su amigo intimo, aquel a quien Jesús mismo, hablándole en secreto, le ha dicho lo que todos los doctores y lo que todas las bibliotecas no podrían jamás decir...

Pero ¿Cómo orar en forma tal que arrebatemos sus secretos al Rey del Sagrario? ¿Cómo se ora, dices? pues, ¡como se ama! ¿Cómo habla el niño con su madre? ¿Con grandes razonamientos? No, con el corazón en los labios. Jesús no quiere ni puede ser menos accesible, menos llano y tierno que una madre.

No lo olvides: la oración es el secreto de la gran luz que debe iluminar al apóstol; pero recordad que ese orar debe ser necesariamente fácil, sencillo, al alcance de todos: ¡se ora como se ama! Y la ciencia de amar la poseen por instinto así el niño como el doctor.

Y aquí una observación interesante, siempre a propósito del conocimiento por medio de la fe viva y del acercamiento a Jesús.

¿Quién se conoce a si mismo? y nota que es indispensable, en la vía de la santificación, llegar a un cierto grado de conocimiento personal... Insisto: ¿quién se conoce en sus cualidades y en sus miserias, quién se conoce sin orgullo y sin desaliento? Sólo aquel que se ha visto tal cual es en los ojos del Maestro, en aquel espejo limpidisimo de verdad y de luz, y nadie más.

Tenemos todos buenas y ricas partidas, cualidades que el Señor nos ha dado para utilizarlas en la obra de su gloria. Es preciso conocer estos tesoros con humildad y es indispensable saberlos explotar sobrenaturalmente. ¿Quién nos enseñara esta ciencia delicada? ¡Sólo Jesús!
Tengo mis defectos mis ruindades. ¿Quién las hará conocer sin quebrar la caña rajada, sin desanimar esta voluntad, ya tan débil, tornadiza y pesimista? ¡Sólo Jesús!

Pero, sobre todo, para desempeñar cumplidamente nuestra misión de apóstoles, ¡cuánto importa esta vida de fe sin la cual el apóstol no será sino campana que resuena(1) y voz en el desierto!... Desde luego, la comprensión y aprecio de nuestra vocación sublime y la energía santa e indomable para llevarla a cabo, no obstante mil y mil dificultades, debe venirnos exclusivamente de un espíritu de fe a toda prueba.

¡Oh, sí! Para ser apóstoles en realidad de verdad, vivamos de fe y no diremos entonces: "Yo trabajaría si tuviese salud, y si tuviese influencia y dinero". Que esos son razonamientos humanos que estropean con frecuencia los planes del Señor.

Cuando Jesús quiso conquistarla tierra, ¿razonó, por ventura así? Su sistema fué siempre servirse de pequeños, de pobres e ignorantes, y con estos instrumentos de incapacidad conquistó la tierra. Qué hermosa palabra la de San pablo al respecto: "Plugo a Dios escoger las cosas que no eran nada, para confundir las que son..., y convencer de fatua la sabiduría de este mundo por medio de la locura de la predicación de un Dios crucificado"(6)

A la luz de la fe, esta es una verdad no sólo clara, sino esplendorosa. Y sobre esta base se debe apoyar exclusivamente el apóstol.
Por otra parte, cuando tales instrumentos de impotencia y vileza glorifican al Señor, ¿qué pueden atribuirse a sí mismos? Y así estalla en forma evidente y magnifica la obra, no del instrumento, sino del Artífice divino.
Por ejemplo, la conversión de las almas, ¿obra de quién puede ser? ¡Ah!, este milagro es la hechura exclusiva de la gracia del Señor misericordioso y omnipotente.
Ve, si no , cuantas son las bibliotecas en el mundo, y dime: ¿cuántos son los convertidos por dichas bibliotecas? ¡Ni uno sólo!

En nuestra ignorancia de las cosas sobrenaturales, atribuimos, por ejemplo, el éxito de gracia al instrumento sensible, al predicador, a su elocuencia... Sin negar que éste, por voluntad de lo alto, puede tener su parte, y aun debe tenerla, en el plan de redención, que grave error el detenernos principalmente en el instrumento y en atribuirle una virtud que el Señor se reservó siempre: la de tocar los corazones.

¡Con suma frecuencia - si el apóstol no es un cura de Ars - las maravillas de gracia son el fruto rico , sazonado de una Santa Teresita oculta, desconocida, cuyas inmolaciones de amor están produciendo, a la vista sólo del Señor, aquellas grandes transformaciones de gracia que el vulgo atribuye a erudiciones y elocuencias humanas!

Escucha, al efecto, un relato estupendo. En lecho de agonía hacia su primera Comunión un gran convertido, y con él comulgaban también, por primera vez, su esposa y sus tres hijos. ¡Era, pues, la resurrección de todo un cementerio! Terminado el acto cantaron los cinco convertidos, llorando de amor, un himno de acción de gracias al Sangrado Corazón, triunfador en su misericordia. Concluido este, se acerca al enfermo una pobrecita, una anciana que sollozaba, pero con evidente exultación y jubilo de su alma. Patrón, le dice, ¿permite usted en esta hora de cielo, permite usted a su vieja cocinera el abrazarle? y cuando el señor le tiende los brazos conmovido, ella, siempre llorando de alegría, exclama: Hace veinticinco y mas años que le sirvo, señor, pero créame que durante tantos años no me he contentado con ser la humilde cocinera. ¡Oh, no! Hace veinticinco años que oro, que sufro, que comulgo, a diario, como apóstol del Sagrado Corazón, pidiéndole una sola gracia, una sola: la de no morir, la de no gozar del cielo antes de haber visto al Señor del cielo triunfante, victorioso en esta casa!... ¡ya le veo, ya me ha concedido el Sagrado Corazón el gran milagro; ahora si que puedo ya morir..., mi misión de apóstol ha concluido!...
¿No es maravilloso y sublime el Nunc dimittis de esta cocinera-apóstol? Pero ya ve que todo mi razonamiento de apóstol, hablando a apóstoles, es casi de... locura, la locura de la cruz (7), la de una fe que debe ser la clave única y la solución acertada en todas nuestras dificultades, por cierto inevitables...

¡Que de montañas encontraras en tu camino, apóstoles del Sagrado Corazón! ¿Quién las removerá, quién? Sólo tu fe, pero una fe de santos.

¡Oh! Cree en Aquél que dijo: Yo he vencido al mundo (8), y ustedes, los apóstoles , lo vencerán por El y con El. Pero sólo en la medida en que creas en Aquél que los envía.

Cuántos apóstoles creen únicamente, pero en la hora del éxito, con fe fácil y un poquitín humana.
Hay que creer con fe robusta, inamovible, cabalmente en la hora de las derrotas aparentes... y digo aparentes porque, con frecuencia, una derrota de forma es una victoria en el fondo, si no para nosotros, para Jesús. ¡Creyendo con fe viva en la hora amarga de prueba, aseguras al Corazón de Jesús una gran victoria, la de su amor!

¡Oh! pídele en estos días que haga caer las escamas de tus ojos, de tal modo que comiences a sentir, aunque sin sentir, la omnipotencia de su Corazón, a experimentarla en tu vida interior... ¡Ve en El, sólo en El, tu mirada, y... adelante, que reine!...

(1) Marcos., IX,23.
(2) Juan VIII, 12.
(3) Mateo XXI,42 - I. P., II,6.
(4) Mateo XI, 27.
(5) Postcomunión de la Misa por la paz.
(6) 1 Corintios XIII,1.
(7) 1 Corintios I, 28,21.
(8) 1 Corintios 15,11

2 comentarios:

  1. Quiero agradecer una vez mas, la alegría de leer tan buen alimento para el alma que busca encontrarse con su creador.

    Que Hermosa, Celestial y Divina es nuestra Fe.
    que gran Don se nos a concedido a nosotros que ahora vivimos en este tiempo de nuestra Historia, nuestro Estado y nuestra Edad..

    Amar a Jesús,
    Ser de Jesús,
    Alimentarnos de Jesús.

    Solo él, y nadie mas.
    solo él, Camino, Verdad y Vida.
    solo él, Palabra del Padre.
    solo él, Sabiduría Infinita.
    no, nadie como nuestro Jesús de Amor.

    que en este día tan hermosamente Especial,

    nuestra Madre del Cielo Señora del Santísimo Rosario alcance para nosotros las gracias suficientes para permanecer fieles a nuestra Fe y a nuestro Dios.

    mil gracias por tanta bendición.
    mary

    ResponderBorrar
  2. En verdad somos muy afortunados agradezcamos a Dios por todas las bendiciones recibidas; especialmente por habernos dado unos padres Católicos que nos encaminaron en este peregrinar hacia nuestro único fin; Dios Nuestro Señor, Jesús Rey del amor.

    Y siendo el día de la Virgen del Rosario el día de hoy encomendemos nuestra Fe a María Santísima para que la alumbre.

    ¡Oh Dulce Corazón de María Sed la salvación mía!

    ResponderBorrar