MEDITACIÓN V
JESÚS HIZO CUANTO PUDO Y TODO LO SUFRIÓ POR NOSOTROS
Dilexit me, et tradidit semetipsum pro me
Me amo, y se entrego por mí.(1)
I. ¡Oh Jesús mío! si por mi amor abrazasteis vida penosa y muerte amarga, bien puedo decir que vuestra muerte es mía, que míos son vuestros dolores, míos vuestros meritos, mío vos mismo, ya que que por mi os entregasteis a tanta suerte de padecimientos.
¡Ah Jesús mío!, la pena que mas me aflige es pensar en el tiempo en que erais mío, habiéndoos yo luego perdido tantas veces voluntariamente. Perdonadme, unidme a vos y no permitáis que os tenga que perder en adelante. Os amo con toda mi alma. Vos deseáis ser todo mío y yo quiero ser todo vuestro.
II. Por ser el Hijo de Dios, Dios verdadero, es infinitamente dichoso, y, con todo, tanto hizo y padeció por el hombre, que, según Santo Tomas, se diría no podía ser feliz sin el hombre. Si Jesucristo hubiera tenido que conquistarse en la tierra su propia felicidad, ¿que más hubiera podido hacer que cargar con todas nuestras debilidades, sufrir todas nuestras enfermedades y acabar la vida con muerte tan dura e infame? Pero no: El era inocente, era santo, era feliz por sí mismo, y cuanto hizo y padeció fue para obtenernos la gracia de Dios y el paraíso, que habíamos perdido.
¡Desgraciado quien no os ama, Jesús mío, ni vive enamorado de tan excelsa bondad!
III. Si Jesucristo nos hubiera permitido pedirle las mayores pruebas de su amor, ¿quién jamás hubiera osado pedirle se hiciera hombre como nosotros, abrazase nuestras miserias hasta troncarse en el más pobre, en el mas despreciado, en el mas maltratado de todos los hombres; hasta morir a puros tormentos en infame leño, maldito y abandonado de todo el mundo, hasta de su Padre Dios? Pero lo que nosotros no hubiéramos ni osado pensar, El lo pensó y ejecuto.
Amado Redentor mío, alcanzadme la gracia que con vuestra muerte me merecisteis. Os amo y me arrepiento de haberos ofendido; tomad mi alma, que no quiero la posea mas el demonio, sino vos, que la comprasteis con vuestra sangre. Vos solo amáis y a vos solo quiero amar. Libradme del castigo de vivir sin vuestro amor y después castigadme como os plazca.- María, Refugio mío, en la muerte de Jesús y en vuestra intercesión cifro mis esperanzas.
(1) Gálatas 2,20.
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