La vida interior es un principio de muerte, y esta es un principio de vida. La muerte interior es la abnegación perfecta, el desprendimiento absoluto, el despojo total de si mismo.—Es necesario morir a todo, para vivir de Dios y para Dios; no hay otro camino para llegar a la vida...
Dios solo por testigo.—Jesucristo por modelo. María por apoyo, y después...¡nada, nada...,sino amor y sacrificio!...
Dios solo en mi espíritu para ilustrarle.—Dios solo en mi corazón para poseerle.—Dios solo en mis acciones para santificarlas. Mi Dios es mi todo...(San Francisco de Asís.)
El alma que aspira a la vida interior, ha de hablar poco..., orar mucho, no estar asida a nada..., encerrarse en el santuario de su corazón..., dejar pasar lo que pasa..., y no estar unida más que a Dios, que solo es eterno y durable.
¡Pero no lograremos esto sino elevando con frecuencia nuestro espíritu hacia Dios..., haciendo continuamente reflexiones sobre nosotros mismos..., contradiciendo nuestro amor propio... procurando con todo esfuerzo el recogimiento del pensamiento y del corazón..., la mortificación constante de los sentidos y la intima unión con Dios!
Los obstáculos para la vida interior son la disipación, la conversación demasiada con las criaturas, la infidelidad a las gracias, la complacencia de los sentidos y los halagos del amor propio. También las ilusiones pueden ser muy peligrosas en la vida interior...— Desconfía siempre de ti misma, gobiérnate por la obediencia, y jamás camines sino con humildad, prudencia y consejo.
Considérate como muerta al mundo, y ocúpate en conversar interiormente con el Amado de tu corazón.
¡Animo, alma mía! Sigamos a Jesús por sus huellas ensangrentadas...—Amor por amor.—Pobreza por pobreza.—Sacrificio por sacrificio. Muerte por muerte.—Amar a Jesús, es imitarle.—es sufrir.—La grandeza del sufrimiento es siempre proporcionada a la grandeza del amor...(San Bernardo).—Amemos sufriendo...Suframos amando.—¡Oh!¡cuán dulce es el padecer a quien sabe amar a Jesucristo!...
¡Un Dios crucificado!... He aquí el oráculo de todas nuestras dudas, la respuesta a todos nuestros pretextos, la solución de todas nuestras dificultades... Sea Jesús crucificado nuestra dulzura, nuestro consuelo, nuestra oración, nuestra vida, nuestra muerte y nuestra resurrección.
¡Feliz el alma que se gloria en la cruz y no se desanima en las fatigas de este camino! Ella gustara las delicias de la vida interior, que no consiste en otra cosa sino en la muerte a todo lo que no es Dios, en un estado escondido en el secreto de Dios, en la imitación de nuestro Señor Jesucristo.
La bienaventuranza del cielo consiste en gozar. La bienaventuranza de la tierra está en padecer. Inmolarse es amar. ¡Dios mío! ¡dispuesta estoy a inmolarlo todo por Vos!
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